Lope de Vega escribió una comedia palatina llamada El perro del hortelano. El perro del hortelano, dice De Vega, es un animal no vegetariano que no come los vegetales del huerto de su amo, pero no deja que los otros animales los coman. Los funcionarios al mando del IESS son un típico caso de perro del hortelano: no solucionan pero tampoco dejan solucionar el problema gravísimo del seguro de pensiones del IESS.

Hace pocos días Alberto Acosta Burneo en un artículo en la revista Vistazo decía con mucha razón: “Dejemos que sean los empresarios privados quienes arriesguen su capital en inversiones productivas y que el Estado deje de jugar a ser empresario. Privaticemos las empresas públicas y utilicemos ese dinero para inversiones prioritarias para la sociedad”. La seguridad social no es la excepción.

Muchos piensan que la seguridad social, al menos en lo relacionado al seguro de pensiones (el cual es cada día más inseguro) no debería estar en manos de privados por su delicada naturaleza, pues estamos hablando de ancianos jubilados. Pero es justamente por su delicada naturaleza de tener que otorgar pensiones a los adultos mayores, que merece tener los incentivos correctos a la hora de entregar a tiempo sus pensiones, tal como ocurre cuando se encuentra en manos de privados.

La privatización de la seguridad social no es una idea nueva ni improvisada. Entre los países que ya lo han hecho con éxito están Australia, Chile, Polonia, Suecia y Hungría. La distinción crucial entre la seguridad social tal como la tenemos hoy y un sistema reformado que permitiría a los jóvenes poner parte de su dinero de jubilación en el sector privado, es que el sector privado utiliza ese dinero para aumentar la riqueza real del país, por construir infraestructura y fabricar productos útiles. Tal como está hoy, la seguridad social no agrega un centavo a la riqueza real del país.

El dinero para las pensiones que llega al IESS de nuestros salarios se gasta, no se invierte, a pesar de que la contabilidad creativa indique lo contrario.  Las pensiones privadas, por el contrario, se financian invirtiendo el dinero que ingresa, de modo que los activos estarán allí cuando llegue el momento de la jubilación. La verdadera riqueza del país consiste en proveer bienes y servicios. Cuando estos incrementan, el país pone a disposición de la gente cosas útiles. Eso es lo que ocurre cuando los fondos privados de pensiones se invierten en activos tangibles, como edificios y fábricas, y lo que no sucede cuando el Gobierno administra la seguridad social y gasta el dinero en cuanto llega al IESS.

Las pensiones le pertenecen al jubilado no al Gobierno, pero hoy las pensiones jubilares están controladas por políticos que pueden cambiar las reglas en cualquier momento. Eso es lo que hace que los seguros de pensiones tengan un esquema arriesgado e inseguro.

Ojalá la situación del IESS cambiara tan fácilmente como las palabras de quienes siguen decidiendo si el IESS está quebrado o no. Perros del hortelano, ni hacen ni dejan hacer. Y más grave aún: ni privatizan ni dejan privatizar. (O)