La seguridad interna y externa de un Estado es fundamental para su existencia como tal. Y para que exista seguridad hacen falta cuerpos especializados dedicados profesionalmente a esa tarea. Con ignorancia de esta verdad fundamental, la revolución ciudadana se dedicó, durante más de una década, a debilitar y destruir a esos cuerpos especializados y, hoy, se encuentra ante la desnuda realidad de que nuestra frontera norte está en manos de terroristas y narcotraficantes. La serie continua de atentados en los que han sido asesinados, heridos o secuestrados, civiles y militares, demuestra que los ministros del Interior y Defensa se enteran de estos dramas por la prensa; no hay inteligencia policial ni militar. En esta década, la autollamada revolución ciudadana ha hecho gala de encargar los ministerios más importantes dedicados a preservar la paz –Defensa, Interior y Relaciones Exteriores–, a personas absolutamente desconocedoras de las materias a su cargo. Se nombró a sociólogos, médicos, poetas. Hace muchos años, con mis compañeros del Colegio Militar hicimos operaciones militares de selva en San Lorenzo. Veo que esa región sigue tan pobre como entonces; allá no llegaron los millones desperdiciados y robados. Cuando el gobierno de Colombia bombardeó en territorio ecuatoriano el campamento de Raúl Reyes y su batallón de terroristas de las FARC, el Gobierno se enteró de que los radares no funcionaban o no los prendían de noche para ahorrar combustible. Actualmente –según nos reveló el secretario Mangas– el ministro de Defensa ha sido designado como cuota del sector del partido socialista leal al anterior y al actual gobierno; ya lo vemos concurrir a las reuniones de la ALBA para apoyar a Maduro. El famoso Foro de Sao Paulo tiene como misión destruir a las Fuerzas Armadas; en ese foro, la ministra de Relaciones Exteriores, anteriormente de Defensa, pronuncia fogosos, revolucionarios discursos. Hay que establecer la responsabilidad política de quienes debilitaron a las Fuerzas Armadas. Superado el problema limítrofe con Perú, no previeron que los disidentes de las FARC pasarían al Ecuador. Creo que es un error ser la sede de las negociaciones de paz con el ELN.

Debemos admitirlo, la lucha contra el narcoterrorismo no puede afrontarlo el Ecuador sin la cooperación de Colombia; y Colombia solo ha podido hacerlo con el apoyo gigantesco de los Estados Unidos: en otras palabras, cooperaron y cooperan el productor y el consumidor de la droga. De los dos necesita el Ecuador. Ahora bien: esos dos países son contrarios de Venezuela y de Cuba y, obviamente, no compartirán, sino parcialmente, los secretos de inteligencia militar con los ministros ecuatorianos de Defensa y de Relaciones Exteriores, partidarios confesos de Maduro y de Castro. El problema de la frontera norte se le salió de las manos, y el Gobierno tiene que adoptar acciones rápidas y valientes. Hay que restablecer los servicios de inteligencia de las Fuerzas Armadas y Policía; hay que dotarlas de equipo apropiado para la lucha de selva y de mar. Pero lo sustancial es el rumbo político: no se puede estar en dos bandos a la vez. La única ideología del momento es la seguridad. Los actuales responsables de ella han fracasado absolutamente. (O)