Hace unas semanas nos sorprendió, en particular a los que vivimos en Guayaquil, leer una noticia sobre sus expresiones indicando que a usted nadie lo presiona, ni siquiera el defensor del Pueblo; ello ante la exigencia de colectivos ciudadanos de que se reabran las puertas del parque Centenario.

He votado por usted en todos los procesos electorales que lo han conducido a ser alcalde de esta ciudad. Dignidad que habrá ostentado por 19 años cuando cumpla su actual mandato. Le he brindado mi voto porque, si bien discrepo en ciertos aspectos con usted, reconozco que nuestra ciudad fue transformada con su administración luego de haber enfrentado terribles gobiernos que la habían convertido en una ciudad insalubre y anárquica. Sin embargo, sus expresiones respecto a la apertura de puertas del parque Centenario contrarían e incluso molestan. Indicar que la exigencia es hecha “…por quienes extrañamente lo que quieren es auspiciar el relajo y el crimen…” es ofensivo. Disentir con sus decisiones u opiniones no convierte a quien lo haga en un sospechoso criminal. Por otra parte, su interrogante de “¿cuál es la molestia si usted va a entrar por una puerta, caminar por el parque y salir de la misma?” refleja clara y definitivamente que usted no es peatón; si lo fuera estaría consciente de que la mayoría de ciudadanos que transitan por el parque Centenario no lo hacen para pasear, ese camino es parte de su trayecto diario para trabajar, estudiar, hacer trámites.

Efectivamente, la ciudad ha mejorado y mucho, pero ahora lo invito a que camine por la ciudad, disfrácese de peatón; tome un bus; vaya a un centro comercial, la gran mayoría hechos para facilitar la llegada de taxis y carros particulares, pero no la de peatones. Intente atravesar grandes avenidas con intersecciones donde los semáforos están programados para facilitar la circulación de vehículos mientras que el peatón debe ingeniárselas para atravesar. Lo invito a que intente cruzar por un paso cebra y constate que la gran mayoría de conductores no los respeta. Está claro que se requiere educar al peatón, pero mucho más a los conductores. Es evidente que en ocasiones hay decisiones que deben ser tomadas sin, necesariamente, ser del agrado de todos, pero es inexplicable que nuestro alcalde no acepte presiones de sus ciudadanos.

Hemos tenido una década de un terrible autoritarismo, con un ególatra que creía que tenía la única y última palabra; que reaccionaba como energúmeno cuando alguien osaba disentir con lo que opinaba; alguien que criminalizó la protesta. Un mandatario que olvidó lo que era y se creyó emperador.

Sr. alcalde, es triste que la delincuencia haya desplazado a los ciudadanos de los parques y no lo contrario. Muchas pueden ser las razones que se enarbolen para defender el cierre de puertas y pueden discutirse, analizarse e incluso aceptarse, pero lo que es inaceptable es que se considere delito la exigencia ciudadana. Es derecho de los mandantes expresar sus desacuerdos a los mandatarios. La expresión no violenta de disensión y disconformidad por parte de los ciudadanos y, la aceptación y apertura al diálogo, por parte de los gobernantes, es el reflejo de democracias maduras. (O)