Una mentira se distribuye más rápido, más profundo y más lejos (que una verdad) en redes sociales.

El estudio The spread of true and false news online, publicado en la revista Science del 9 de marzo concluyó que la información falsa supera a la información cierta en Twitter. Un equipo de MIT analizó 126.000 historias, tuiteadas por tres millones de usuarios, durante 10 años (de 2006 a 2016).

Una historia falsa alcanza las 1.500 personas, en promedio, seis veces más rápido que una historia cierta. Sin importar el contenido –sea político, terrorismo, ciencia y tecnología, negocios o farándula–. Un engaño tiene 70% más probabilidades de ser retuiteado que una historia cierta. El líder del estudio, el científico Soroush Vosoughi, cree que “no se trata de bots. Podría ser la naturaleza humana”.

¿Por qué? Porque fake news parecen ser más nóveles que noticias verdaderas; y las fake news evocan emociones.

Un periodista o un relacionista público profesional sabe que los hechos se narran sin adjetivos. Por ejemplo: el rey ha muerto. Está claro el quién (el rey) y el qué (ha muerto). Sin embargo, las historias se viralizan cuando incluyen el porqué y el cómo, dónde reside la emoción. Por ejemplo: el rey ha muerto por el dolor de la ausencia inexplicable de la reina.

La información no persuade. La emoción sí. Los hechos son datos, fundamentos, testimonios. Ajenos. Lejanos. Las emociones implican interés, participación. Poco importa si murió el rey del ejemplo; importa mucho que la nostalgia de la ausencia de la reina lo matara. Y alguien, con cuenta falsa en Twitter, diría que fue la infidelidad la responsable, porque para mantener el poder hay que alimentar los hechos con ficción.

Las emociones persuaden, conectan, se viralizan. Es connatural a nuestra esencia como homo fictus.

El estudio de MIT descubrió que tuits falsos provocan emociones vinculadas con la sorpresa o el disgusto; y que los verdaderos provocan tristeza o confianza.

Si bien el estudio se enfocó en Twitter, parecería que las redes sociales sistemáticamente amplifican mentiras. “Lo que unos inventan, el resto lo agranda” dijo Jonathan Swift –autor de Gulliver– hace unos 300 años.

Concienciar la realidad de este ecosistema de información es responsabilidad de todos. ¿Quién se beneficia? La verosimilitud de los hechos. (O)