La política sigue por una vertiente extraña y peligrosa. Algunos lo han dicho: el morenismo se parece cada vez más a un neocorreísmo. Personas como la canciller, la ministra de Justicia o la vicepresidenta envían señales sin sentido, por ejemplo, sobre Assange y peor aún sobre la dictadura criminal de Maduro. La ministra Viteri fue parte convencida del correísmo. Y ahora Elizabeth Cabezas, cercana, muy cercana a Correa y Glas, preside la Asamblea, peligrosa por sus antecedentes… Para los que no entendemos los entretelones de la política, las únicas preguntas son: ¿qué se está cocinando?, ¿no se supone que el país debe terminar con la nefasta influencia correísta? Es difícil que esto termine si se le regalan nuevos espacios. Para que el morenismo adquiera nombre propio se necesita de señales concretas de su personalidad propia… y una señal esencial sería…

…Cuando me preguntan qué hacer si hubiera que tomar una sola decisión, mi respuesta invariable: entrar a la Alianza del Pacífico. Y ahí tenemos una ventana de oportunidad porque el propio presidente ha comentado que Piñera y PPK le señalaron el gran interés de Chile y Perú de que entremos a la Alianza, aunque sus palabras fueron muy prudentes: “Es una alianza interesante, en la que somos observadores y hay que analizar bien este tema”. Ciertamente esta Alianza está lejos del pensamiento socialista, pero está muy cercana a lo que el país necesita, porque lo que más aporta viento fresco a una sociedad (en lo económico, político, social, etcétera) es la apertura al mundo y eso ofrece la Alianza: un enfoque de que las oportunidades para dinamizar la economía y desarrollarse están en el vasto mundo y no intentando empujar la economía interna vía gasto público. Y salir al mundo en compañía de otros es mejor que solo.

Ciertamente eso implica una hoja de ruta absolutamente diferente a lo que el Gobierno parece creer: por ejemplo, hay que disminuir los muros que nos rodean, no mantenerlos o aumentarlos; es decir, un rediseño de aranceles, impuesto a la salida de divisas, etcétera. La apertura genera la presión necesaria para hacer mejor las cosas, es un desafío pero con una perspectiva de mayores oportunidades. Obviamente implica riesgos, y por eso hay que hacerlo con inteligencia, pero eso no quiere decir primero haber alcanzado el nivel de productividad de los demás para salir a competir. Esa es una idea totalmente falsa. Se sale al mundo justamente porque cada uno hace cosas diferentes, está en momentos diferentes de su desarrollo y el intercambio permite potenciar productividad. Errada también la idea de que nos van a “comer vivos”. Ya lo demostramos hace 25 años cuando se dio la apertura amplia con Perú y Colombia, se potenció el comercio de ida y vuelta: cuántos ecuatorianos no aprovecharon para vender en esos países, y también cuántas cosas útiles trajimos de vuelta (y sin embargo es el “peor” caso porque hacemos cosas similares, los mejores casos del comercio son cuando se hacen cosas diferentes).

Este y otros temas importantes ponen a prueba al morenismo, ¿dentro de su visión del mundo, puede cambiar de rumbo hacia nuevos vientos? (O)