En el Día de la Mujer he leído la pomposa, ligeramente repetida afirmación y máximo argumento de algunas mujeres en pro del aborto: “Soy dueña de mi cuerpo. Tengo derecho de decidir en él”.

Recordé que en la penúltima etapa del concurso, Periquita era la mejor evaluada. Si no acudía a rendir la última prueba, perdería la gerencia, ansiada victoria de su vida. Su embarazo le impedía acudir. Recuerdo que Juan, su hermano, después de reflexionar que es “dueño de su cuerpo”, para evitar la gangrena decidió cortarse la mano izquierda.

Periquita dijo a sus familiares que, como “dueña de su cuerpo”, ha decidido abortar; si no aborto, perderé la gerencia.

Los dos hermanos afrontaron un problema similar, pero profundamente diverso. La mano de Juan es una parte valiosa, pero no es y nunca llegará a ser un yo. El feto, que Periquita lleva en su seno, es un yo débil, dependiente de la madre, sí, pero es un yo que va adquiriendo todas las características humanas. No es solo una cosa.

Ni la ética, ni la moral son independientes de la ciencia. “La ética da juicios de valor sobre lo que plantea la ciencia”.

Hay quienes afirman que si no hay conciencia, no hay vida humana. Esta afirmación es desmentida por las personas anestesiadas o dormidas. Ellas no pierden la vida humana.

La ciencia afirma que “hay vida humana desde que el embrión existe”, “que el embrión es vida humana no es científicamente discutible” (doctora Mónica López Barahona). La moral afirma, basada en la ciencia, que el aborto es homicidio. Algunos ponen la vida de los débiles al servicio de los fuertes.

La vida –las madres lo saben mejor que nadie– es donación; la donación es salir de sí mismo, es ser feliz haciendo feliz. Los humanos, teniendo en esta etapa de la historia más recursos que antes, estamos más encerrados en nosotros mismos. Algunos, no conociendo la alegría que hay en crear nuevos recursos y compartirlos, señalan como senderos hacia la felicidad, hoy y aquí, vericuetos en los que se oye el viejo canto “ande yo caliente y ríase la gente”.

Ha surgido un fenómeno social, un nuevo instrumento, para matar a quienes no pueden defenderse: el aborto.

Mucho peor que el colonialismo, más hipócrita que la bomba atómica, tiene apoyo hasta de entidades internacionales. Desde ellas los poderosos, dictando leyes, imponiendo o condicionando “convenios”, pretenden justificar asesinatos. Lo legal no es necesariamente lo justo.

A algunos de los socialmente fuertes, el llamado a compartir les resbala el agua como a los patos. Llegue también a su mente y corazón la siguiente verdad: la humanidad se juega su futuro; anticoncepción y aborto la están envejeciendo, especialmente en países ricos; estos necesitan inmigrados de países pobres. Vida y amor, entendido como ser feliz, haciendo felices, existen, crecen o mueren juntos.

En el Día de la Mujer celebremos a quien es sagrario de la vida; es como un cirio que se gasta, dando la luz de la vida a la sociedad. Sociedad sin madres, sociedad ciega y marchita. (O)