Al fin un poco de descanso de la debacle política mientras nos preparamos al próximo show en nuestro país y en el mundo, porque Estados Unidos y las políticas de Trump no se quedan atrás.

Cuanto más descubro los amarres e intereses no confesados en los pasillos políticos, mayor es mi desorientación… ¿Por qué los políticos no renuncian cuando asumen, muchas veces después de ser descubiertos y expuestos a la opinión pública, que hicieron las cosas mal? Si además llevan años en puestos públicos y pueden vivir de muchas otras maneras desde el punto de vista profesional, ¿qué es lo que los aferra al cargo ganado en las urnas? ¿De verdad se creen indispensables? ¿Qué tipo de poder es el que buscan? ¿El del dinero? ¿El de la fama? ¿El de las comodidades? ¿Cuál? ¿El de los adulos y primeros puestos en las filas? ¿El de tener escoltas? ¿Vehículos a la orden? ¿El ser tratados de doctor, doctora, el que les abran las puertas? ¿El ser saludado y reconocidos por algunos en los espacios públicos? ¿El de los regalos suntuarios en Navidad y en fechas especiales? Y más inquietante aún, ¿el de los robos solapados disimulados en cuentas con nombres y claves irreconocibles si no se es experto, las coimas camufladas en regalos, las viviendas en lugares exclusivos?

Cuando leo los millones que se le deben a los hospitales, la vergüenza que supone la mala atención en la salud pública y el despilfarro y robo de los recursos en la mayor época de bonanza petrolera, y los miles de millones de dólares que entraron a las arcas del país y fueron robados en cadena por cientos de funcionarios públicos, muchos de ellos encontrando eso normal, mi desconcierto es total.

En una entrevista a Sergio Ramírez, escritor nicaragüense, vicepresidente de Daniel Ortega cuando la Revolución sandinista llegó al poder en 1984, publicada en la revista Vistazo del mes de marzo de este año, dice algo impactante: “El poder es un ser vivo, que atrapa, consume, que involucra celos, luchas internas; no hay poder inocente, es lo que uno aprende estando dentro…”.

Recuerdo otra frase también sorprendente expresada por un millonario que hablaba de socialismo: “No lo puedo evitar, soy cada vez más rico, el dinero produce dinero, no justicia social…”.

Y Ramírez añade algo que de cierta manera enlaza las dos afirmaciones: Las revoluciones producen nueva clase de ricos. No hay que ir muy lejos para constatarlo…

El problema está en el poder tal como muchos lo conocen, lo interpretan y en el fondo lo ambicionan. El poder de dominar, ejercer control, mandar, llevarse el mundo por delante no importa lo que se destruya a su paso, con la promesa de construir después un mundo mejor. El poder de enriquecerse sin control y a escondidas.

Cuando ya comienzan de manera subterránea las campañas electorales, los que buscan ser elegidos movilizan dirigentes barriales, comunales, que esperan conseguir puestos en el engranaje público o en alguna empresa donde los recomienden. Y es el comienzo de muchas corrupciones posteriores, porque los puestos que obtienen los mantienen cautivos, no por un programa y quehacer político sino por el interés de conservarlo. Es una manera de prostitución política.

A las puertas de procesos electorales, tener electores conscientes y dirigentes formados políticamente es un desafío.

(O)