Lo que sucedió ayer en la Asamblea es un acto propio de la democracia, que muchas veces sirve para evidenciar los balances y contrabalances propios del sistema. Sin embargo, también ocurre con frecuencia, y en el país ha sucedido más de una vez, que en los momentos de decisiones importantes que pueden robustecer o debilitar la institucionalidad, ha habido actores políticos que los entienden solamente como lucha por el poder, que no quieren perder unos y que otros pretenden alcanzar.

El país está viviendo el resultado de una larga historia de esa lucha, incluso la reciente, en la que se usó la manipulación legal como recurso y casi siempre se olvidó la ética.

La agenda de ayer en la Asamblea fue algo propio de la democracia, a la ciudadanía le corresponde evaluar si la actitud de los integrantes del organismo también lo fue y, sobre todo, si revela su interés por el país o por el poder e intereses particulares. Si la evaluación es positiva, será bueno reconocerlo; si no lo es, identificando los actores, será una obligación cívica negarles el respaldo que los mantiene en la política. (O)