Asombra que el expresidente Correa y los de su entorno quieran tomar distancia de José Serrano, presidente de la Asamblea Nacional, y Carlos Baca, fiscal general del Estado, calificándolos de traidores.

Los dos políticamente como que fueron paridos en el correato y llegaron a los cargos que tienen por su “lealtad” a Correa.

El excontralor Pólit venía del gutierrismo. En la década de Correa, se sirvieron y halagaron mutuamente.

La fiscal subrogante, Thania Moreno, supuestamente usada por Serrano para afectar a Baca, en la década del correato, alcanzó relevancia cuando –sustituyendo al fiscal Wilson Toainga– manejó el caso de los pases policiales, en que se cuestiona que los que dirigieron el tinglado no fueron procesados.

Todo debe transparentarse, no importa que Pólit y Serrano sean los que hayan hecho público un material que debió estar en la Contraloría, bajo supuesta calificación de secreto o reserva. Invocar ahora esa calificación es inadmisible.

Lo actuado por la Secretaría Nacional de Inteligencia (Senaim), los pagos de esta y lo relativo a los crímenes del 30 de septiembre de 2010, en que se ordenó innecesariamente violencia armada, para supuestamente proteger la salida del Hospital de la Policía Nacional del entonces presidente Correa, debe ser informado al país.

El correato y la Revolución Alfarista

¡Qué ofensa a Alfaro! Leí en medios la pretensión del correato de ser reconocidos como el Movimiento “Revolución Alfarista”.

Alfaro, sin lugar a dudas, es la gran figura señera del Ecuador, por eso debe ser respetado por todos, también por el Consejo Nacional Electoral que no debe entregar su nombre al correato, cuya gestión está en investigación en el Ecuador.

En las décadas de los setenta y ochenta del siglo XX hubo el Frente Radical Alfarista, con la figura de Abdón Calderón Muñoz y la muy importante presencia de Cecilia Calderón de Castro.

En los ochenta apareció el Movimiento Alfaro Vive Carajo.

Alfaro fue un liberal radical. A pesar de que en su época, las décadas finales del siglo XIX y la primera del siglo XX, ya había –inclusive en el Ecuador– socialistas y comunistas, sobre todo en base del pensamiento de Carlos Marx y Federico Engels, no se conoce adhesión alguna de Alfaro sobre esa línea.

El 5 de junio de 1895, fue la burguesía de Guayaquil la actora colectiva que proclama a Alfaro jefe supremo, iniciando la ruta para que la Revolución Liberal triunfe en el Ecuador. En el enfrentamiento con el gamonalismo de la Sierra, la burguesía de Guayaquil siguió con Alfaro, lo apoyó el año 1906, cuando se proclama jefe supremo, luego de derrocar a Lizardo García –es historia el gran banquete que le brinda en el Club de la Unión el 6 de marzo de 1906–.

¿Alfaro era burgués? No lo definiría así. Otra cosa es que no fue un resentido social, ni un manipulador.

Alfaro creía que debían sumarse los esfuerzos de todos los sectores, sin extremismos, respetaba la religión pero no se sometía al clericalismo, creía en la libertad de enseñanza, por eso implantó el laicismo y creó los Normales en el Ecuador. Fue un gran constructor –el ferrocarril de Guayaquil a Quito, fue su magna obra– pero siempre profundamente honesto.

En esta columna, en entrega anterior, evidencié el craso error del expresidente Correa, en la posesión del 2009, al asumir que su “revolución ciudadana” era la continuación del pensamiento y la acción de Alfaro, invocando una supuesta frase de este: “cuando un pueblo despierta, cada palabra es una esperanza, cada paso es una victoria”, siendo aquella de García Moreno, cuando quiso ingresar a Guayaquil, bajo protección de Francia, el 12 de julio de 1853, lo que le impidió el general Robles. Lo que no recordaba fue que antes de Correa la frase fue utilizada en discursos por el alcalde Nebot, pero no se la asignaba a Alfaro.

¿El correato está en el gobierno de Moreno?

Pienso que sí, pero no por Moreno, sino en parte de su entorno.

Por querer “regresar a los orígenes de Montecristi” o “solo corregir los errores” de la década de Correa, esos del entorno son un freno para decisiones y acciones que debe tomar Moreno.

Verdad que algunos de ellos, aun cuando solo hayan actuado o decidido por instrucciones de Correa, sienten que son corresponsables de esta preprotección a la corrupción, que se dio con reformas legales y reglamentarias en la década de este, o con abusos de su gobierno, lo que explica –no justifica– las trabas a Moreno.

Conspira contra Moreno mucha información falsa, como aquella de la deuda pública, que debe sincerarse, pero esto no debe significar ahogar la capacidad de gestión de Moreno.

Moreno debe exigir a sus colaboradores y entidades identificar y transparentar los pasivos o pendientes del Gobierno, para armar un programa de cumplimientos entre el corto y el largo plazo, impidiendo que sea aquello el caldo de cultivo de quienes cobran –siempre habrá los dispuestos a pagar– porque sus trámites o facturas sean colocados antes que los de otros.

¿Muerte cruzada?

¡Que se vayan todos! se repite. Que haya Constituyente también se propone. ¿Será conveniente un nuevo proceso electoral, en que los dineros de la corrupción forjen fuerzas electorales que las protejan?

Reflexiónese.

De inmediato lo que se debe exigir es que se avance con honestidad y transparencia en lo que no quiere el correato, en la investigación de su década de gobierno –también de los meses del actual– y en decisiones y acciones para el desarrollo. Realmente que haya gobierno.

No hay que esperar el día de “san blando”, que no tiene cuándo. (O)

¡Que se vayan todos! se repite. Que haya Constituyente también se propone. ¿Será conveniente un nuevo proceso electoral, en que los dineros de la corrupción forjen fuerzas electorales que las protejan?