En la vida, una persona puede ir evadiendo el definirse sobre una materia dada, pero llega el momento en que tiene que adoptar una posición seria, clara, sin ambivalencias. Es lo que le toca hacer al Ecuador en materia internacional para que se lo respete, para que los otros países sepan a qué atenerse sobre su pensamiento, para ser confiable. De las varias materias en las que el Gobierno debe decidir, la más apremiante es la de la Venezuela de Maduro; y no es una etérea, porque nosotros estamos recibiendo por millares a los atribulados emigrantes que buscan el pan que no encuentran en su otrora rico país. Un país en el que muchos de sus habitantes, impulsados por el hambre, escapan desesperados de su propia tierra; en que su presidente quiere ser reelegido indefinidamente, socapado por una ilegal Asamblea Constituyente, vive un drama humano que le obliga al Gobierno del Ecuador a adoptar una posición diáfana. Se acaba de reunir, en la capital del Perú, el Grupo de Lima, constituido por los países americanos que reclaman por el restablecimiento de la democracia en Venezuela. El Ecuador se queda cada día más solo; en Sudamérica solamente le acompaña Bolivia en el apoyo a Maduro. Mientras el presidente Moreno, aunque sea vagamente, reconoce que hay presos políticos en Venezuela, que hay muertos en las calles, la Cancillería atribuye la violencia a la oposición; mientras la mayoría de Occidente no reconoce a la ilegalmente reunida Asamblea Constituyente, la Cancillería la apoya activamente; mientras el presidente Moreno habla de acuerdos comerciales con Estados Unidos, con la Alianza para el Pacífico, la Cancillería milita contra todos ellos y respalda a Maduro; mientras el embajador del presidente Moreno ante Estados Unidos afirma, acertadamente, que la ALBA es “irrelevante”, la Cancillería pronuncia fogosos discursos en favor de este grupo. Si nosotros los ecuatorianos no alcanzamos a descifrar a esta hidra de dos cabezas, mucho menos puede hacerlo la comunidad internacional.

De las varias materias en las que el Gobierno debe decidir, la más apremiante es la de la Venezuela de Maduro; y no es una etérea, porque nosotros estamos recibiendo por millares a los atribulados emigrantes que buscan el pan que no encuentran en su otrora rico país.

El Gobierno venezolano y su llamada Asamblea Constituyente acaban de convocar a elecciones presidenciales anticipadas para el 22 de abril, y es aquí que el Gobierno ecuatoriano tiene que pronunciarse. Si acepta esta treta, hecha sin haber alcanzado un acuerdo con la oposición, bajo una autoridad electoral controlada por el Gobierno, con la existencia de presos políticos, con líderes detenidos o inhabilitados arbitrariamente, pues demostrará su insensibilidad ante el drama que vive el pueblo venezolano. Si el Gobierno y la Cancillería son tan amigos del Gobierno venezolano, deberían, al menos, pedirle la postergación de las elecciones, la liberación de los presos políticos, la libre participación –unidos o no– de los candidatos de oposición, la constitución de un Tribunal electoral en que gobierno y oposición estén equilibradamente representados. Si al menos no hacen eso, se estarían solidarizando con la barbarie que hoy impera en Venezuela, con el desconocimiento futuro que habrá del gobierno que surja de unas tan burdas elecciones. Esperamos que no lleguemos al absurdo, por solidaridad con Maduro, de no participar en la VIII Cumbre de las Américas, a realizarse en Lima, el 22 de marzo. Esta decadente ideología Castro-chavista deshonra al Ecuador. (O)