Un nuevo campeonato de fútbol. Estamos a las puertas de su inicio. Y para mí llega ese tiempo en el que cada fin de semana sufro con cada partido. No hay sentimiento que se iguale a cuando veo a mi equipo ganar. Así también vienen épocas de violencia, no física, sino verbal. ¿Cuándo fue que el de la camiseta amarilla o azul, según el caso, se convirtió en nuestro enemigo? Estoy segura de que este es un problema que no se da entre familiares o amigos, pero sí con extraños.

Me da pena porque me priva de hacer muchas cosas: ponerle un sticker de Emelec, el equipo de mis amores, al carro, porque me lo pueden rayar los rivales; o salir con mi camiseta de mi bombillo al estadio del rival o a la calle, porque a lo mejor me topo con alguien y me insulta, acosa, pega, o en el peor de los casos, porque ya se ha dado, me pueden hasta matar. ¡Por qué! ¿Porque decidí ser de un equipo que no era el de ellos? No defiendo a barcelonistas ni emelecistas de barras bravas. Hay infiltrados que se encargan de darles mala fama y ser violentos con los demás. Me encantaría regresar a esa época en que la rivalidad terminaba con el pitazo final. La televisión se apagaba, la gente se iba de los estadios, se molestaban entre conocidos y luego, sonrisas y buenos momentos. Hoy Twitter es la plataforma perfecta para las agresiones y los insultos, a veces con el “beneficio” del anonimato. ¡Paz, por favor! No somos enemigos, somos rivales por solo 90 minutos a la semana.(O)

Cecilia Gaete Valencia, 31 años, máster en Comunicación; Guayaquil