Escuchaba el otro día a un congresista quejarse por lo largo y tedioso de un trámite que le tocó realizar.

Por un lado me solidarizo con esta persona por cuanto no es posible que todos tengamos que soportar la inmensa burocracia en lentos trámites; no obstante, es terrible que recién este ciudadano a pesar de haber ejercido varios cargos y dignidades, se dé cuenta de lo terrible que muchas veces puede ser un trámite. Las personas tienen que sufrir calvario tras calvario en las instituciones estatales y privadas con tal de lograr un cometido, un permiso, una atención, la solución a una necesidad, con burócratas atados por procedimientos absurdos que no son revisados por los jefes de turno.

Espero que después de palpar la realidad, el representante repare que no es el único en pasar por este suplicio, y que su trámite no es el único que es un suplicio. Es lamentable que recién después de tanto tiempo en el ejercicio de la política conozca la realidad de nuestro sistema, se nota que no se ha puesto en nuestros zapatos y nos ha ignorado.(O)

Roberto Francisco Castro Vizueta, abogado, Guayaquil