La viveza criolla dejó a la Cancillería en ridículo. Procurando obrar con sagacidad incurrió en una torpeza monumental. Ofuscada, la titular de la cartera reaccionó molesta diciendo que no comentaba sobre rumores, pero pronto tuvo que convocar a una rueda de prensa para aceptar el hecho consumado.

Concederle sumariamente la nacionalidad al señor Assange, expidiendo para el efecto una normativa ad-hoc, fue un grave error, pero más aún designarlo agente diplomático pretendiendo sorprender a las contrapartes británicas, bajo el supuesto que iban a validar tal estatus que al otorgarle inmunidad lo dejaría como hombre libre.

Como era previsible ha sido un fiasco más dentro del lío que significa haberle concedido asilo “político” hace más de cinco años, tiempo en el cual el servicio de RR.EE. ha quedado pequeño ante las circunstancias.

En perspectiva, es una consecuencia de la desinstitucionalización del ministerio que ha subordinado su gestión a la ideología del socialismo del siglo XXI, que lo único que ha conseguido es comprometer los intereses nacionales, al alinearlos perjudicialmente con las estrategias impuestas por La Habana y Caracas.

Solo esto explica que en el marco de la “Patria Altiva y Soberana”, Ecuador haya perdido su independencia en el manejo de las relaciones internacionales, incurriendo en el dislate de haber apoyado a un selecto grupo de dictadores que han teñido las manos con la sangre de su pueblo: Lukashenko, Al Assad, el difunto Gadafi y el inefable Maduro, que acaba de ordenar la ejecución extrajudicial del expolicía y opositor Óscar Pérez.

De ahí que podría hablarse con evidencia de la bobodiplomacia, recordando la utilización del mismo prefijo cuando se negociaba el acuerdo comercial con la Unión Europea (entonces boboaperturismo).

Lo cierto es que se impone un cambio de rumbo aunque penosamente la inercia del correísmo sigue presente en el palacio de Najas, sobre todo considerando que su regente ejerció igual función durante el antiguo régimen.

En estos tiempos de transición afloran tantas vivezas como burbujas. Tal vez la más grande está relacionada a la contratación de la deuda pública que viene siendo auditada por la Contraloría.

La mayor sorpresa es que merced a resoluciones del Ministerio de Finanzas de 2010, se reglamenta de tal modo el artículo 137 del Código Orgánico de Planificación de las Finanzas Públicas, que se impone reserva y secreto sobre tales operaciones hasta que haya concluido el pago del capital. De modo que si la cancelación demora 10 o 20 años, hasta entonces las condiciones pactadas quedan sujetas a un pesado velo.

Mediante el cuestionable subterfugio la deuda pública dejó de ser tal, quedando sujeta a un ominoso sigilo que solo se explicaría por el afán de proteger negociaciones non sanctas.

Al tiempo asoma la burbuja negra de los contratos de preventa petroleros, atados no solo a la garantía en especie sino a un volumen adicional de crudo entregado en beneficio de intermediarios, que habrían encontrado por la vía del financiamiento chino y tailandés la manera de obviar procesos de licitación internacional.

Entretanto, el principal responsable recorre el país con aires de víctima promoviendo el NO en la consulta popular, como queriendo desviar la atención sobre tantos cargos que pesan en su contra. El último, de un exlegislador oficialista que a despecho ha reconocido que se le prohibía fiscalizar y que en el entorno de poder se sabía de los sobreprecios en la obra pública. Una denuncia más por la que debería responder. (O)