Como consecuencia de mi artículo ‘Clamor inadvertido’, he recibido varios petitorios de acuciosos técnicos y desesperados agricultores a que precise la veracidad de la presencia en nuestro medio de la enfermedad viral Necrosis Letal del maíz, en la temporada del 2015, que representó pérdidas a campesinos de varios millones de dólares. Se ha requerido también que amplíe las formas como la investigación puede encontrar soluciones para situaciones tan graves como la relatada. Con el mayor agrado cumpliré las solicitudes respecto del maíz, quedando para otra ocasión el caso del mal de Panamá, raza tropical 4, en las plantaciones de banano Cavendish.

En maíz se trata de la acción conjunta de los virus de la caña de azúcar (SCMV) y el moteado clorótico del maíz (MCMV), dos componentes de la necrosis letal de la gramínea, no reportada antes en América, pero sí en países africanos, cuya sorpresiva aparición ocurrió en las siembras de las provincias de Manabí, Guayas y Los Ríos, científicamente identificada por dos técnicos de la Escuela Politécnica del Litoral y uno del Iniap, cuyo trabajo fue publicado en la revista European Journal of Plant Pathology, de noviembre de 2016, volumen 146, número 3, 705-710, extrañando que tan importante como peligroso hallazgo no haya sido difundido por las autoridades agrícolas nacionales, en idioma español y en lenguaje sencillo para la comprensión general.

Paralelamente, un informe interno del Ministerio de Agricultura confirmó la existencia del flagelo, después de un prolijo muestreo en 2.225 predios de pequeños agricultores de las tres provincias señaladas, supuestamente favorecidos con la entrega subsidiada de kits estatales de insumos, que incluyeron semillas híbridas contaminadas que provocaron plantíos con altos niveles de incidencia y severidad de necrosis del maíz.

El pronunciamiento de los profesionales ecuatorianos, confirmando la existencia del problema viral en el 2015, fue producto de sesudas indagaciones biotecnológicas, con clonación incluida para adelantar los tiempos y obtener rápidos resultados. Lo trascendente sería conocer qué hizo el régimen para impedir que se repita y se convierta en una pandemia continental de impredecibles consecuencias; los mismos expertos recomendaron controles a los insectos transmisores o vectores identificados por ellos, así como estrictas verificaciones de las semillas híbridas introducidas y elemental rotación de cultivos. Los maiceros deben ser adecuadamente instruidos de las medidas a adoptarse para garantizar la sostenibilidad de un cultivo tan popular en Latinoamérica. En tanto que los altos costos de erradicación deberán ser asumidos por quienes los generaron, cuya responsabilidad sería fácil establecer.

Una respuesta consistente sigue en el campo de la biotecnología, con el descubrimiento de un gen llamado Scmv1 que neutraliza a los virus que nos preocupan, ayudando a las plantas de maíz a vencer la necrosis letal, siempre y cuando la presencia del gen identificado se exprese con suficiente intensidad, según el parecer del profesor Thomas Lubberstedt de la Universidad Estatal de Iowa. Lo relatado prueba el valor inconmensurable de la investigación agraria, tan rezagada en el medio, cuando es la solución a los graves problemas fito y zoosanitarios, que implica una gran inversión que no se manifiesta, manteniendo a la zaga al Ecuador entre los países de América. (O)