Venezuela, la democracia, reducida a caricatura, fue durante muchos años el faro luminoso, la inspiración diaria, la guía básica, el credo supremo de todas las expectativas y sueños de la llamada revolución ciudadana. ¿Qué ocurrió durante el proceso político para que el Ecuador no termine reflejándose en lo que es ahora Venezuela, un país sumido en la miseria, en la violencia, en el desconcierto económico (ayer se cambiaban 211.377 bolívares por un dólar), en el autoritarismo, todo esto al mando de un paranoico tirano (Maduro) quien, a criterio del expresidente Correa, “es gente buena” y “no es gente violenta”?

Es posible argumentar varias teorías e hipótesis, sin embargo, no existe un análisis concluyente que permita sugerir lecturas definitivas al respecto; se puede señalar con razón que la idiosincrasia, las raíces históricas y las características específicas de cada nación impiden un análisis formal que permita hacer comparaciones políticas y determinar las razones por las cuales nuestro país no terminó por caer en ese pozo séptico al cual ha llegado ahora Venezuela. Se discute si acaso las formas de participación popular en el Ecuador impidieron la aparición, entre otros, de los llamados consejos comunales que tanto han servido al gobierno venezolano en el manejo de la represión, también se podría insinuar que el gobierno de la revolución ciudadana nunca pudo someter la estructura militar –como sí ha ocurrido en Venezuela– a su todapoderosa voluntad, pero insisto no se ha dado todavía un análisis político que permita obtener criterios concluyentes en este punto.

El planteamiento resulta especialmente interesante si se comprueba la atracción fatal que existía entre los actores políticos y sus formas de gobierno. César Ulloa, en su interesante libro El populismo en escena, mantiene que las similitudes, inclusive desde el inicio del gobierno de Correa eran innegables, casi como si el expresidente ecuatoriano hubiese seguido el mismo libreto de Hugo Chávez, recalcando las similitudes “en el ataque contra las instituciones de la democracia, personalización y concentración de poder, implementación del mecanismo de democracia directa, disminución de las libertades, ataques a la prensa, opositores, etcétera, agregando que dieron paso a la creación de instituciones que regulan la participación “contrariando los elementos constitutivos de la democracia”.

En ese contexto, y si bien es posible sostener que Ecuador nunca llegó a transformarse en otra Venezuela, hay que recordar aquellas proclamas revolucionarias, esos cantos de gloria que pregonaban a los cuatro vientos la necesidad de unirnos en la construcción de la patria grande, la espada de Bolívar que camina por América Latina, para jamás olvidar aquel alelado proyecto de hacer de nuestra patria el espejo venezolano. (O)