Hace algunos años, quizás ocho, quizás diez, no puedo precisarlo. Nos enteramos de que un compañero de trabajo tenía un hijo que requería un trasplante de médula y que había estado gestionando una ayuda para conseguir el tratamiento en un hospital español, pero que le habían notificado que eso no sería posible. El natural sentido de solidaridad nos llevó a preocuparnos y yo, en busca de orientación, conversé sobre el tema con un amigo médico que, entonces, dirigía Solca y me sorprendí cuando me dijo que por qué queríamos que fuera a España si en Solca podían hacerle el trasplante que necesitaba. Con alegría lo notificamos al papá que, inmediatamente, llevó al niño al hospital de Solca, donde lo evaluaron y prepararon para el trasplante, que hicieron con éxito. Después supe que el niño estaba bien y realizaba sus estudios normalmente. He perdido el contacto con él, pero desde entonces entendí que conocemos poco de nuestras instituciones y siempre me he interesado por Solca, sus proyectos, sus logros y sus problemas.

La institución fue fundada en 1951, por iniciativa de ese gran médico visionario que fue Juan Tanca Marengo. En 1953, el Congreso Nacional le confirió la misión de encargarse de la prevención, diagnóstico, tratamiento y paliación de las enfermedades neoplásicas.

Desde entonces, Solca ha crecido y brinda sus servicios en distintos lugares del país. La matriz está en Guayaquil, pero hay núcleos de Solca en Quito, Cuenca, Portoviejo, Loja y Machala, y hay catorce unidades oncológicas en varias provincias. Para citar algunas cifras, entre el 2008 y el 2016 realizaron 911.973 tratamientos oncológicos, atendieron 7’908.461 consultas y diagnosticaron 174.383 casos nuevos de cáncer. Mantienen un sistema de información epidemiológica del cáncer, un permanente trabajo de prevención, acompañamiento psicológico a los pacientes y sus familiares y un permanente programa de capacitación a su personal integrado por médicos y cirujanos oncólogos, médicos de otras especialidades, como clínicos, anestesiólogos y otras, licenciados y tecnólogos en áreas de salud, psicólogos y trabajadores sociales.

No quiero dejar de mencionar el trabajo del voluntariado en el hospital, son incansables en el acompañamiento y ayuda a los pacientes y sus familiares, lo hacen con mística y entrega, pero también con conocimientos, pues son especialmente capacitadas, como casi todas las voluntarias de Guayaquil.

Hoy elegí este tema porque me sorprendió conocer un borrador de “Ley orgánica de lucha contra el cáncer”, que da la impresión de que en el país hubiera muy poco o nada al respecto. Pregunté si Solca, que es la institución que tiene una larga experiencia, había participado en la elaboración del proyecto y me dijeron que no.

No soy una experta en políticas de salud y su ejecución, pero la lectura del proyecto me dejó algunas inquietudes, que supongo tendrán también quienes deben leerlo y aprobarlo.

Pero lo más preocupante y que requiere una respuesta urgente es: ¿cómo se garantiza que el buen trabajo de Solca, con su organización ya probada, se mantenga? Son cientos de miles los ecuatorianos que por experiencias personales se preocupan de la estabilidad de esa institución. (O)