En los años noventa, entre nosotros, sobre todo en el ámbito de la banca, se conocieron una serie de documentales que aportaron de buena manera al desarrollo de culturas institucionales orientadas a la búsqueda de la calidad y la innovación. El trabajo interno, basado en serios procesos de educación corporativa, fue significativo y los resultados estupendos, pues los grupos de individuos que formaron parte de esas organizaciones incorporaron criterios, conceptos y destrezas que fortalecieron la calidad de la atención al cliente, el sentido de pertenencia y la constante búsqueda de nuevas formas de ver y hacer.

Los contenidos temáticos de sugestivos títulos de documentales, como Visión de futuro, Comunicación efectiva, Cómo tratar con clientes difíciles, El poder de las palabras, Pioneros de paradigmas, Paradigmas, y otros, fueron asimilados por quienes los conocieron y reflexionaron sobre la pertinencia de su aplicación en sus vidas personales y profesionales. Joel Barker, un investigador independiente estadounidense, produjo varios de esos clásicos audiovisuales que le permitieron difundir y popularizar el concepto de paradigmas, que con anterioridad fue abordado académicamente por pensadores como Foucault y Thomas Kuhn.

Barker señala que la palabra paradigma es utilizada para nombrar a un modelo o patrón, manifestando que este concepto cumple una doble función. Una positiva, pues quien lo descifra puede evolucionar efectivamente en él, beneficiándose del conocimiento de sus reglas de juego; y otra negativa, pues corre el riesgo de acomodarse al modelo, inhibiéndose de buscar y encontrar espacios de mejoramiento y cambio. Uno de los ejemplos que utiliza es el de la industria relojera suiza, que en los años sesenta del siglo anterior dominaba la producción y el mercado mundial y que cuando conoció la revolucionaria propuesta de utilización de la tecnología de cuarzo, la rechazó porque no se adaptaba al paradigma dominante, perdiendo por esa decisión su privilegiado lugar en la poderosa industria.

Si aplicamos el concepto de paradigma al ámbito de la educación jurídica en el Ecuador, podemos plantear la hipótesis de que se hace lo necesario para que el modelo de la práctica del derecho se mantenga. La formación jurídica contribuye con la preservación de un sistema permanentemente vapuleado y manipulado para que responda a los intereses económicos, políticos o de grupos de presión que pugnan para que sus reivindicaciones lleguen a ser derechos reconocidos. Los fundamentos básicos del derecho, como la justicia, la igualdad ante la ley y su carácter imperativo y obligatorio para todos, en la práctica no son respetados y sí manipulados para que respondan al poder de turno. Esta realidad –obsecuencia del derecho con el poder– es percibida con claridad por la sociedad, que por esa razón lo menosprecia, aplicándole calificativos despectivos que van de la ironía a la burla franca y desencantada.

Si el sistema jurídico cumpliera con sus objetivos y la práctica del derecho en el Ecuador guardara coherencia con sus fundamentos discursivos, debería ser preservada. Si, por el contrario, esa práctica está definida por el enseñoramiento de artimañas y argucias que se imponen, debe ser transformada. Esta tarea ineludible, la revalorización del derecho, involucra también al sistema de educación superior jurídica de nuestro país. (O)