El mismo Villamil que organizó la independencia de Guayaquil gestó la anexión de las islas Galápagos. Una dictadura serrana las convirtió en provincia en 1973 y centralizó el poder para otorgar permisos para hoteles, embarcaciones y hasta para ser residente. El Patrimonio de la Humanidad se convirtió en “colonia serrana”, como dice el viejo músico de Las Peñas, con alcalde quiteño y diputados isleños de gurús del turismo.

En 1973 el tráfico aéreo en Quito era marginal, por su topografía y altura. Pero el poder capitalino hizo que los vuelos de TAME salgan y lleguen a Quito, centralizando también los vuelos internacionales. Los ministerios de OO.PP., Turismo y la Cancillería se especializaron en usar dinero público para favorecer al aeropuerto de Quito y al turismo en la sierra norte, sembrando redes viales, ferroviarias, servicios e infraestructura.

La burocracia capitalina es impuestófaga de voracidad infinita. Gastan en sueldos inútiles, hasta los impuestos por el terremoto de Manabí. Su odio a Guayaquil es ancestral y muchos políticos se convierten en sus cómplices. Lenín Moreno firmó, el 27 de diciembre de 2017, los decretos 256 y 257. El 256 encarga al MTOP, Turismo y Cancillería, las negociaciones para adoptar la liberalización del transporte aéreo. Suena muy bien, pero por la trayectoria de esas instituciones, y habiendo excluido a la Autoridad Aeroportuaria de Guayaquil, buscarán, seguramente, una política de cielos abiertos para Quito y cerrados para Guayaquil.

Lograron su anhelada destrucción del Instituto de Higiene, donde ya no se producen los sueros antiofídicos, ni se realizan las investigaciones que le dieron su renombre. Acaban de clausurar el Hospital Valenzuela, que hasta hace poco ocupaba el primer puesto en calidad de gestión, y ahora van por Solca...

El Decreto 257 es peor: otorga a una entidad pública de Quito la facultad para “el establecimiento y explotación de loterías y otros juegos similares”, lo cual se opone a expresas leyes vigentes. Y, lo más grave: ataca la existencia de la Lotería de la Junta de Beneficencia, la cual realiza en Guayaquil una secular labor social para el país.

Un asambleísta de este gobierno chulla ha presentado un proyecto (dizque contra el cáncer) que convertiría a Solca en títere de la burocracia capitalina. Actualmente, apenas la mitad del impuesto especial contra el cáncer va a los 4 hospitales de Solca, el resto se lo tragan; ahora, quieren más. Lograron su anhelada destrucción del Instituto de Higiene, donde ya no se producen los sueros antiofídicos, ni se realizan las investigaciones que le dieron su renombre. Acaban de clausurar el Hospital Valenzuela, que hasta hace poco ocupaba el primer puesto en calidad de gestión, y ahora van por Solca, institución creada en Guayaquil gracias al Dr. Juan Tanca Marengo y al tesón con que trabajan miles de guayaquileños, algunos gratuitamente, contra esta maldita y complicada enfermedad.

Si añadimos las voluminosas deudas que el IESS y el MSP mantienen con Solca y la Junta, si recordamos la eliminación del PAP municipal, ya hay serios indicios de conspiración: en Quito se han propuesto quebrar los sistemas autónomos característicos de esta ciudad y que han cuidado nuestra salud ante el olvido secular del gobierno central.

La decoración para esta conspiración la pone la quiteña Ivette Celi, del Ministerio de “cultura”, que intentó llevarse a Quito 26 obras de arte, de Rendón y otros, del MAAC, porque “Guayaquil no es un lugar donde la gente se involucre con los procesos culturales”. El alcalde Nebot exigió disculpas o su cargo, y ella ya ha sido renunciada. (O)