Cuando Mashirrafael, aquel de los ojos verdes y piel canela, que todavía no nos llegaban a desesperar, anunció la creación de un Ministerio de Cultura, todos quienes hacemos cultura saltamos de gusto. Cuando el Rafael desesperante de los últimos días cambiaba por undécima vez de ministro, muchos habíamos perdido la esperanza. Sin embargo, cuando creemos que no puede pasar nada peor, sucede lo indecible y no entendemos nada.

A pesar de escribir cuentos para niños nunca entendí de qué iba un plan lector. Cuando supe que nombraron a Édgar Alan García como director del Plan Nacional del Libro y la Lectura, me sorprendió su generosidad, ¡increíble! Pensé, yo lo conocía como escritor pero de su altruismo no sabía. Y es que yo pensé que el aceptar ese nombramiento llevaba implícita la renuncia a que se incluyeran sus cuentos en dicho plan. Según mi modo de ver, es lo mínimo que la ética y la delicadeza obligan.

Supe que él y Antonio Correa, el poeta colombiano que reside en Quito, estaban organizando la feria del libro de Quito. ¿No eran ellos los del plan de lectura, por qué organizan la FIL?, pensé. Pero confirmé que ambas cosas venían en combo al ver que en la feria se repartían como programas de circo, una serie de libros editados por Manthra Editores y publicados por El Conejo, que decían ser parte del plan lector ¿de qué plan, si al parecer aún no existe?

Mayor fue mi sorpresa al ver la molestia de algunos escritores e ilustradores cuya obra había sido tomada sin permiso para estas publicaciones. Ya se aclarará, supuse como siempre llevada por mi buena fe, pero no, las cosas fueron para peor cuando al leer hace poco una entrevista que le hiciera Gabriel Flores a Édgar Alan García, este asume que hubo “torpeza” en sus primeros pasos; apresuramiento porque los libros tenían que salir para la FIL; contratos entregados a dedo a dos editoriales; errores de buena fe; y, finalmente textos suyos incluidos en los mencionados libros.

Todavía no salgo de mi asombro, ahora sí estoy más lejos que nunca de entender qué diablos es un plan de lectura. No entiendo cómo pueden cometerse actos torpes al inicio de una gestión, justamente cuando uno pone lo mejor de sí. Cuando uno hace las del “cedazo nuevo”, como decía mi abuela.

No me cabe en la cabeza que se violen los principios de contratación y se favorezca a los “amiguis”, indistintamente de que estos merezcan o no, pero los intereses políticos pesan y está claro que querían lucirse. Me resulta insólito que justamente la entidad llamada a velar por nuestros derechos de autor se apropie de textos e ilustraciones a mansalva. No importa que ya les hayan pagado a los que reclamaron, importa que nada justifica esta atrocidad. Respecto a la cereza del pastel: la autopublicación de sus textos, García se justifica diciendo que es un escritor muy vendido. ¡¿Y?! Me quedo sin palabras, siento vergüenza ajena.

¿Errores de buena fe? ¿No le parecen demasiados, señor ministro? Los ecuatorianos estamos hartos de “esos” errores, son carísimos y los pagamos todos. (O)