Los asesinatos de niños siempre acongojan hasta el infinito, pero en época de Navidad añaden a ese dolor una carga de desazón y desconcierto que abruma colectivamente, como los días grises de lloviznas frías y penetrantes que calan hasta los huesos.

Este tiempo de ternura, de amor, de encuentros, soporta muy mal la locura humana de desamor, violencia, asesinato, pornografía, trata y muerte.

¿Cómo vivir la Navidad en tiempo de Herodes? Aunque el relato de la primera Navidad está sembrado también de persecución, miedo y muerte.

Navidad y Año Nuevo son tiempos de remanso colectivo, de villancicos almibarados, de panderetas, luces, comida, conversaciones y silencios. Cómo integrar el sufrimiento en un ambiente de vestidos nuevos, regalos y algarabía. ¿Cómo no ser aguafiestas en medio del ruido, las luces y los cohetes?

El nacimiento de Jesús entre nosotros no está atrás, está adelante, es historia, pero sobre todo es camino, es ruta, es tarea, es realidad y es utopía.

Más allá de que creamos o no en Jesús, el hecho de que un ser humano haya influenciado de tal manera la historia y el devenir de la humanidad, que marque un antes y un después, que ese ser humano no haya sido un poderoso sino un habitante humilde nacido en un pueblito insignificante, de padres desconocidos por los “importantes”, en un país dominado por la potencia imperial de la época, sin ejércitos, sin ganar guerras ni ser emperador, rey o presidente, lejos de las instituciones, lejos de los templos aunque se convertirá en un líder espiritual, el hecho de que millones de personas cuenten sus días a partir de su nacimiento nos indica que estamos en un momento clave de nuestra historia común y que nadie puede considerarse su propietario porque se ha hecho familia de todos.

Si esa es la cara y revelación de cómo es Dios, que no pide nada a cambio sino que aprendamos a amar como Él nos ama, que invita a su nacimiento a los pastores considerados como los que realizaban uno de los peores trabajos, pues pasaban solos en el campo entre animales meses de sus vidas, si recorre campos y ciudades hasta hacerse servidor de todos, lavador de pies de sus apóstoles aunque haya un traidor entre ellos, estamos frente a una transgresión profunda de nuestras ideas de poder, felicidad, servicio y trascendencia. Estamos frente a un Dios, pobre, dependiente, paciente, silencioso, estamos frente a un cambio radical en la manera como imaginamos a Dios.

El dolor, el daño causado a los demás, el odio, las mentiras, todo el mal que hacemos o permitimos no lo podemos poner como excusa de que Él lo quiere o lo permite. No lo podemos hacer cómplice de nuestras aberraciones.

Solo se ve bien con ojos que han llorado. Por eso a pesar de las congojas e indignaciones les deseo y me deseo que no perdamos la esperanza, la paciencia, las ganas de vivir y de luchar para cambiar lo que podamos cambiar allí donde vivimos, donde estamos sembrados, que la alegría profunda, esa que echa raíces en la com-pasión, en la aceptación de la realidad y en la visión de lo que debería ser, nos empuje a ser la pieza que tenemos que ser en la obra conjunta de construir un mundo mejor. El amor es la fuerza más revolucionaria que existe, corta, poda, quema, construye y hace crecer. Un niño en un pesebre nos muestra el camino. (O)