Cuando Lenín Moreno asumió la presidencia de la República, muy pocos creían posible un real cambio de timón en el manejo del país.

Unos, porque siempre están en contra de los que están a favor y a favor de los que están en contra; otros, porque necesitaban que la amenaza de continuismo se cumpla, para desde la oposición y ante el seguro fracaso económico y político del nuevo gobierno, construir una posible nueva candidatura en 2021; y otros, porque necesitaban que continuara la impunidad y despilfarro de los cada vez más escasos recursos del Estado.

Desde esta columna dijimos que el país había votado por un cambio, y que Lenín Moreno representaba el cambio que la mayoría del país quería. Un cambio que no fuere traumático y sin perder las conquistas sociales de la última década.

Lo heredado por Moreno no es ninguna perita en dulce, ni mucho menos la tal “mesa servida” pregonada por el ex.

Lo cierto es que en menos de 7 meses, entre sonrisas y con un discurso conciliador y positivo, se ha ido “comiendo” a las cabezas del correísmo que quedaron enquistadas en el Estado, para satisfacción de quienes creemos que el retorno a la democracia es posible, y con ella, mejores días para el país.

La semana pasada, a pesar del escepticismo de justos y pecadores, la mismísima justicia parida de la metida de mano de Correa en 2011, con la siempre diligente y obsecuente ayuda de Gustavo Jalhk, sentenció a 6 años de cárcel al brazo derecho de Rafael Correa y actual vicepresidente sin funciones, Jorge Glas, por asociación ilícita dentro de la trama de las delaciones del caso Odebrecht, al tiempo que conminó al fiscal general para investigarlo por delitos con mayores penas, como peculado, cohecho, concusión y otros. Y el pasado domingo el CAL, con dos votos correístas, admitió a trámite el pedido de juicio político contra el vicepresidente.

Solo para poner en contexto, debo agregar que hace unos pocos días, la Corte Constitucional (excorreísta) se hizo a un lado para dar paso a la Consulta popular que inmediatamente fue convocada por el CNE (también otrora correísta hasta la médula). Consulta popular que ya sabemos lo que representa para Rafael Correa y todos los interesados en que algún día vuelva al poder, o por lo menos conserve lo que le queda en importantes instituciones del Estado que fueron secuestradas en la última década.

Leo y escucho a muchos “desinflados” que dicen que son pocos años, que aún puede quedar en libertad por una posible suspensión de la pena, que faltan muchos otros procesos y procesados y, especialmente, que falta la cabeza de toda esta trama delincuencial. Que hay ministros que deben salir, que faltan decisiones económicas importantes, etcétera.

Llámenme optimista o conformista, pero pienso que lo avanzado en el complejo camino del retorno a la democracia es mucho más de lo que cualquiera pudo haber imaginado en época de elecciones, sobre todo, porque se ha orquestado desde dentro del correísmo.

Y la sentencia contra Glas es un hito del retorno a la democracia, no solo por lo que representa para la justicia, la transparencia y el derecho, sino además porque puede significar el quiebre entre los socios que lo haga cantar como Pérez Prado.

Feliz Navidad, queridos lectores. (O)