El nacimiento viviente es una tradición del mundo cristiano, se atribuye su creación a san Francisco de Asís, quien lo montó el año 1233, en Greccio, una pequeña población italiana que mantiene intacta esta costumbre.

En mi familia no hemos sido muy afortunados con los nacimientos vivientes, la mala racha la inauguró mi hermana Alicia, quien acordó salir de Virgen María en la procesión a cambio de que le mejoraran las notas de Física. Mamá le había cosido un hermoso y brillante traje y ella sentada en un burro era el centro de atención de la escena bíblica, escena que no duró mucho porque el burro se asustó con una camareta y la lanzó por los aires. Otra experiencia poco halagadora fue cuando en una helada noche latacungueña, yo salí vestida de pastor con un traje de un solo hombro y sandalias, el resultado fue que me oriné a todo lo ancho del escenario del viejo Salón de Actos. Tampoco le fue mejor a mi hija Mariapaz cuando vino feliz a contarme que ya no sería el Ángel del pesebre porque había logrado negociar ser el burro. Mi imaginación para el disfraz resultó ser muy pobre y fue el burro más fachoso de la historia.

La misma mala pata parece que le cayó al nacimiento viviente de los “sociolistos”. Hasta ahora no logran organizarse y protagonizar un acto decente. Todo empezó cuando uno de los Reyes Magos, el moreno, fue a buscar las ofrendas y se topó con que no había el oro. Encontró algo de incienso y mirra, ¿pero el oro? El otro Rey Mago, que no había sido Rey, sino economista nomás, lo tildó de incapaz y traicionero, así que decidió organizar el pesebre él solito, ¡ni que fuera tan difícil!, protestó y se dispuso a buscar a los personajes. Candidatas a representar a la Virgen, le sobraban, toditas sumisas repetían ¡hágase tu voluntad!, el pobre no sabía a quién escoger, todas se sabían la lección al dedillo, y justo cuando ya estaba casi decidido por la Gaby, se percató de que no podía elegirla. Años atrás parece que esta chica comía pan, pero ahora ha cambiado su dieta y tiene un aliento insoportable. Pobre rey, le faltaba un ángel, ya que nadie reunía las cualidades de uno; no había ni un burro, (aunque la oposición dijera lo contrario) la vaca le daba la espalda. ¡Terrible!

Tiempo atrás esto habría sido impensable, pero este año resultó muy difícil armar un nacimiento decente. Entonces el Rey Mago, no el moreno sino el que no ha sido rey sino solo economista, que hasta milagros económicos decía que había hecho, tomó las riendas, empezó a gritar y a ordenar, a poner las cosas en su lugar. Disfrazó a su exsecretario de Ángel, a su excanciller de San José, aunque él como es lampiño había soñado con ser el Niño, pero ya no había tiempo que perder. Todo iba quedando hermoso cuando se dio cuenta de que los borregos estaban dispersos, desorientados. Eso lo desquició, exhausto y desencajado gritó como loco: ¡A la mierda, los pastores están presos, se acabó la Navidad! (O)