En 2016, 876 niños egresaron de hospitales pediátricos ecuatorianos, muertos, afectando familias de por vida. Sin embargo, la distribución geográfica de estas tragedias no fue para nada homogénea: en Guayas, con apenas un cuarto de la población, sucedió el 79% de esas muertes (690, casi 2 por día). Esto significa que, por cada cien mil habitantes en Guayas, hubo 16,6 muertes en hospitales pediátricos, frente a 1,5 muertes en el resto del país, 11 veces más. En hospitales de especialidades y también en los ginecoobstétricos las muertes en Guayas fueron, proporcionalmente, 3 veces más, y en hospitales oncológicos, generales y clínicas generales (no especializadas), 1,5, 1,6 y 1,8 veces más en Guayas que en el resto del país. Cifras oficiales del INEC.

El rol concentrador que juega la capital en el país es la causa de que estas muertes sucedan, en Guayas, por encima de lo normal en el resto del país. La distribución de los recursos públicos no trata a todos por igual, y, menos a los de Guayas. Esto lleva décadas en salud, pero también en educación, vialidad, seguridad y, en general, en todo lo público. La concentración de recursos en Quito y la telaraña de normativas con las que someten y direccionan las actividades logró quitar a Guayaquil su calidad de “capital económica”.

Pero en salud, el centralismo cobra un dramatismo mayor, pues afecta la vida misma de niños y adultos. La Senplades no soportó que Guayaquil tuviera un sistema de seguro médico popular de diseño municipal y eliminó el PAP. Para compensar la falta de este proveedor de servicios de salud, el gobierno central acudió a la Junta de Beneficencia de Guayaquil y contrató sus servicios. Al inicio pagó puntualmente y hasta realizó una pequeña donación; pero, desde hace ya un buen tiempo no paga, ni a la Junta ni a Solca, con lo cual se afecta directamente la cobertura y calidad de los servicios de salud, pues el personal necesita ser pagado, los equipos consumen y necesitan mantenimiento, las camas y los pisos necesitan limpieza, los quirófanos requieren mucho dinero para su funcionamiento y fallar en esto significan vidas que se pierden. Allí es donde el papel actual de la capital se vuelve asesino, ya que las finanzas públicas se manejan centralizadamente desde Quito y allá consideran que es más urgente atender primero el mantenimiento de los edificios y plataformas públicas de la capital, los sueldos de cientos de burócratas de una vicepresidencia sin funciones, los miles de asesores, coordinadores, directores, secretarios nacionales, especialistas en el buen vivir, las Yachay que reinventan el agua tibia y dan jugosos sueldos a parientes de moñudos disfrazados de intelectuales. Es allá que se hacen monumentos al alba y a la oscuridad, carreteras de 20 millones por km, accesos millonarios a aeropuertos y se construye un metro a precios de Odebrecht. Pero, para pagar los servicios de salud pública que brinda Solca y la Junta, para salvar vidas, para eso no hay plata. Sin duda, en la capital, algunos merecen la pena capital. Ya sé por qué dicen que son “la capital de todos los ecuatorianos”: porque se gastan el capital de todos los ecuatorianos. (O)