El seguimiento de la coyuntura tiene importancia fundamental; su monitoreo a base de instrumentos de medición apropiados es referencia para la gestión de lo público y lo privado, para introducir correctivos que mejoren el clima de los negocios y las inversiones, la demanda y el empleo.

Las técnicas de previsión económica están siempre sujetas a cambios: equivocadamente se decía hace poco, en referencia a las primeras previsiones 2017-2021 que hizo el FMI sobre la economía ecuatoriana, modificadas al alza en una segunda entrega, que tales proyecciones adolecían de graves limitaciones (lo que podría ser el caso cuando se manipulan las cifras, lo que no ocurre con el FMI): lo que sucede es que los “previsionistas” cuentan con información nueva, lo que también ocurre, en otra dimensión, en la contabilidad nacional.

Hay, pues, que leer las proyecciones con beneficio de inventario, a base de una mínima cultura estadística y conocimiento de las características de los indicadores y técnicas empleadas.

En el caso de Chile, por ejemplo, el denominado Imacec (índice mensual de actividad económica) es, desde 1986, una referencia utilizada por los agentes económicos. Se difunde el 5 de cada mes y precisa el desempeño macroeconómico en función de las revisiones que hace el BCCH de sus cuentas nacionales, anuales y trimestrales, y de una serie de procedimientos de verificación basados en técnicas econométricas rigurosas, siempre estableciendo los límites de esta disciplina. En el caso del Ecuador, el BCE genera, desde hace una veintena de años, el índice de actividad económica coyuntural, Ideac, que tiene características interesantes, aunque, lamentablemente, no está asociado a los indicadores macroeconómicos de la contabilidad nacional. Hay, pues, diferencias de enfoque.

La consultora Proestudios acaba de difundir la entrega 28 del denominado Imacro (indicador macroeconómico de actividad productiva). Lo hace luego de un largo proceso (más de dos años) de afinación de la metodología, plenamente ligada a la contabilidad nacional anual y trimestral del BCE. Se afirma que la ampliación de la distribución persigue extender la red crítica del Índice, lo que puede llevar a su mejora y a sentar las bases de su pertinencia futura como indicador nacional de referencia, objetivo meta.

¿Cuáles son sus principales resultados? El indicador circula el último día hábil de cada mes. En consecuencia, el Imacro 28 se calculó antes de la propuesta Ley de Reactivación Económica, que ha sido más que controversial. A agosto 2017, muestra un promedio acumulado de 3,1% como tasa de crecimiento del PIB; un deslizamiento agosto 2016/agosto 2017 de 3,9%; y una tasa del año móvil (agosto 2017 - julio 2016 frente a agosto 2016 - julio 2015) de 2,2%.

En función de una proyección del periodo restante, el Imacro establece que la tasa de evolución del PIB sería del orden de 0,4% en 2017 (la anterior previsión era de -0,3%). La previsión oficial, del BCE, fue de 0,71%, según la última entrega de la contabilidad nacional.

Los datos infraanuales y anuales del BCE presentan, según Proestudios, inconsistencias al interior de cada periodo (en determinados trimestres) y, en especial, entre las distintas escalas de tiempo. El Imacro, forzosamente, se sustenta en las cifras oficiales infraanuales, lo que hace, en cierto modo, que deba “arrastrar” tales inconsistencias.

No puede dejar de comentarse algunos de los resultados oficiales del segundo trimestre de 2017. En efecto, el 72% del crecimiento del PIB oficial está basado en la expansión del consumo de los hogares: esta variable crece 5,4%, en un contexto de caída –durante 10 trimestres– de la construcción (-1,4 %, 2017.Q2), que es la actividad más intensiva en la utilización de mano de obra. ¿Esa ampliación del consumo –casi tres veces la tasa demográfica– en un entorno de problemas en el empleo, debería interpretarse como mayor concentración del ingreso?

Asimismo, la inflación muestra signos, diríamos, “deflacionarios”, que no indican presiones sobre los precios como las que generaría un aumento tan importante del volumen del gasto final de los hogares. Sin revisión de salarios de por medio y con evidencias de inconvenientes en el empleo, ese aumento parece poco realista.

Debido a que era preciso revisar la proyección anual, se analizaron otros indicadores. En el primer semestre (agregándose los datos trimestrales), el consumo en valores corrientes representa el 62% del PIB y aumenta 3,4% en valor y 3,8% en volumen, por lo que los precios al consumidor (el deflactor de este agregado) disminuyen, un escenario más relacionado con condiciones deflacionarias. Asimismo, el PIB del primer semestre de este año aumentaría en volumen en 2,8% con una baja de 3,7% en precios corrientes, y una caída del deflactor de 51,2%, evolución definitivamente “desproporcionada”.

Con todos estos interrogantes, por así exigir la metodología de los índices mensuales de actividad económica, las cifras fueron de todos modos integradas al cálculo del Imacro. De hecho, estas previsiones seguramente habrán de modificarse, posiblemente a la baja, vista la controversia que suscita la Ley de Reactivación. ¿Una nueva zona gris para enfrentar la crisis?

Para reactivar la economía se requieren directrices globales, objetivos-país claros, consistencia en el relacionamiento de políticas, definiciones en materia del puente macro-micro, políticas viables de integración al mercado internacional, entre otros aspectos. ¿Para cuándo? (O)