De un tiempo acá cuando me preguntan cómo estoy, respondo con la frase que solía hacerlo mi abuela: “Viviendo por no ser soberbia”. Es que como bien escribió Sábato, al inicio de su novela El túnel, “que el mundo es horrible es una verdad que no necesita demostración”. Lo cierto es que yo me quejo de todo. Lo tuyo ya no es quejido, ¡es que jodes!, protesta mi marido, y tiene toda la razón ¡yo sí que jodo!

Me gustaría poder mirar la vida con la indiferencia y el “quemeimportismo” con que la gente ve la mugre de su vereda, la caca de su perro o el caos de su ciudad. Me gustaría pensar como muchos que la corrupción ha existido siempre y que no hagamos olas porque tenemos carreteras y hospitales de primer orden. Me gustaría poder minimizar los execrables crímenes que cometieron los profesores que violaron a niños indefensos, pero no puedo, me hierve la sangre, y jodo.

El potencial turístico de Ecuador es grande, la mala educación de su gente, una verdad que no necesita demostración. Las playas y parques del país reciben miles de turistas durante los feriados y luego de ellos las ciudades amanecen convertidas en chiqueros, la imposibilidad de caminar por la playa o por las calles y veredas es inminente. En la misma proporción al número de turistas la basura yace amontonada, esparcida, regada por doquier. ¿Para qué promover y difundir el turismo si quienes nos visiten se van a topar con toda esa mugre? El Gobierno anterior decidió triplicar los feriados para ayudar al sector turístico, sin tomar en cuenta el daño que hacen a los pequeños negocios; sin embargo, si en tantos años de bonanza no lograron educarnos, ¿cuál fue su verdadera inversión? Sin educación no tenemos nada que ofrecer al turista.

Vivo en Quito en un barrio residencial de clase media, no muy lejos del parque La Carolina y muy cerca a las avenidas 6 de Diciembre, Eloy Alfaro y Portugal, o sea, un barrio decente con algunas oficinas, restaurantes, una entidad del Estado, guarderías y mi librería. Exactamente en la calle Juan Ramírez funciona una empresa, entiendo que es una multinacional, de venta de computadores. Debe ser muy importante porque permanentemente un amplio espacio de la vereda está repleto de palés, cartones, plásticos y cuerdas. Yo quisiera preguntarles a estos señores si en todos los países donde operan lo hacen con tanta irresponsabilidad, sin el mínimo respeto a sus vecinos. Quisiera preguntarles si tal vez esperan un huracán o un tornado que cargue con su basura, pero temo hacerlo, evidentemente no hablamos el mismo lenguaje.

Y sí, me hierve la sangre y jodo al ver tanta indolencia, tanta sinvergüencería y caradura. ¿Qué hace Augusto Espinosa, exministro de Educación ante las denuncias de violación de menores en los colegios? No son dos o tres, son cientos, y ¿qué hace? Permanecer indolente, cómodamente sentado en su curul, con cara de “yo no fui”. Es que el cinismo ¡ya es de todos! (O)