Este Gobierno llegó al poder con ayuda de la maquinaria propagandística de los medios correístas. Ahora el Gobierno denuncia el mal manejo y los abusos de esos mismos medios. Ironías de la revolución cuántica. Más allá de eso, estas revelaciones que transparentan lo ocurrido con los medios públicos e incautados en manos del correísmo son un gran paso para poner a los sinvergüenzas en su lugar.

El atraco y abuso de los medios públicos e incautados no es ninguna novedad. Tanto nos acostumbramos a ver estos medios al servicio de Correa que ya ni nos llamaba la atención. La novedad es que ya no son solo investigaciones y acusaciones de la prensa privada. Ahora las mismas autoridades del Gobierno han revelado la sinvergüencería del correísmo, que utilizó a los canales incautados para promocionarse sin pudor exigiendo la transmisión de sabatinas, propaganda y “reportajes” para perseguir y atacar a sus adversarios. Todo esto, mientras los recursos de estos medios se licuaban, se utilizaban para fines partidistas y para pagar megasueldos a administradores y presentadores.

La incautación de los medios de los Isaías nunca buscó recuperar ni un centavo. Era parte del plan de Correa para controlar la información en el país. Para lavar cerebros difundiendo hasta en la sopa su imagen y sus mentiras. GamaTV y El Telégrafo fueron las principales sucursales de Carondelet y Alianza PAIS.

Ahora que este gobierno ha puesto el dedo en la llaga, los responsables, empezando por Correa, deben responder. El escándalo de la comunicación tal vez no tenga tantos ceros como el de Odebrecht y los contratos chinos, pero es una corrupción a la vista de todos, que no solo significó dinero derrochado, sino el abuso sistemático de bienes públicos al servicio del ego y la vanidad presidencial.

Hoy se siente bien el silencio. No más interrupciones a los noticiarios, no más insultadera de los sábados, no más páginas enteras de diarios con absurdas rectificaciones, no más cadenas nacionales. Los periodistas vuelven a hacer su trabajo. Vuelven las voces que el correísmo calló. El presidente comunica más y mejor en sus cortas intervenciones de los lunes.

Ahora Lenín quiere hacer que los medios públicos sean realmente públicos. Creo que ahí se equivoca. Los medios públicos estarán siempre amenazados por futuros gobernantes con aires de emperadores, listos para poner a todo el Estado a su servicio. Lenín debería sincerar las cosas y dejar la comunicación en manos privadas, en manos de cada uno de nosotros. No tiene sentido insistir y gastar tanto dinero en mantener canales y diarios que apenas llegan a un puñado de gente. Mayor alcance –y mucho más barato– consiguen con una cuenta de Facebook. Tenemos demasiadas deudas y necesidades como para insistir en medios públicos siempre en riesgo de convertirse en medios gobiernistas y partidistas.

El abuso de los medios públicos e incautados marcó la década robada. Marcó nuestras vidas. Correa y sus compinches deben responder ante la justicia. Lenín tiene la oportunidad de ponerle punto final a la posibilidad de futuros abusos. Para que la comunicación sea de todos no hacen falta medios públicos. Basta un celular en nuestra mano.

(O)