La Comisión Ecuménica de Derechos Humanos registra un aumento de femicidios en Ecuador. Entre enero y junio de este año hubo 80 casos, en el 2016 hubo 118 en todo el año. De los 80, 42 ocurrieron en la Costa, 33 en la Sierra y 5 en el Oriente. Solo 14 tienen sentencia ejecutoriada.

Estas cifras dejan claro que este grave problema social va en aumento y que merece una atención especial. La mayoría de los hechos de violencia contra la mujer se producen en la familia, afectando gravemente no solo a la agredida, sino al grupo familiar, sobre todo, a los hijos.

Si se quiere erradicar el femicidio hay que identificar las causas, que son diversas, y entre ellas, una que puede ser desencadenante de las demás, factores socioculturales que se han transmitido y se siguen transmitiendo de generación en generación. Aunque nos cueste creerlo, aún es posible encontrar familias en que se privilegia la educación de los hijos por sobre la de las hijas, porque se sigue pensando que él será el jefe del hogar, el proveedor que debe mantener a la mujer y a los hijos y que ellas son las guardianas de la familia, las que deben sacrificar todo por mantenerlo, y algunos todavía repiten en las bodas aquello de que las mujeres deben obedecer a su marido y se lo toman tan en serio que se sienten autorizados a castigarlas si no cumplen todos sus mandatos y deseos. Y cuando los castigos se vuelven insoportables, la mujer aguanta muchas veces porque no está lista para trabajar, porque no sabe entonces quién va a mantenerla a ella y a los hijos y, como así ha sido educada, otras veces piensa que no sabe cómo va a vivir sin un hombre que la represente y le dé seguridad ante los demás, porque casa adentro es el que pone en riesgo hasta su vida.

Se necesita, entonces, una profunda transformación cultural, una revalorización de hombres y mujeres para que sus relaciones sean como deben ser, entre dos seres humanos libres, inteligentes, creativos, sociables, que en las relaciones de pareja, de trabajo, de amistad, se aceptan como personas con iguales derechos y capacidades. Para lograrlo, la tarea empieza en la casa, luego en la escuela y debe estar presente en toda la sociedad. Pero mientras trabajamos para alcanzarlo, las víctimas de la violencia necesitan respuestas y auxilio.

En Guayaquil, una ordenanza municipal define una política pública de tratamiento integral a este problema para hacer de nuestra ciudad un lugar libre de violencia contra la mujer. “Amiga, ya no estás sola” es el nombre del sistema integral creado para la prestación de servicios de prevención y atención a las mujeres, a las niñas y a las adolescentes. Contará con una línea telefónica de apoyo para facilitar información especializada que permita a las víctimas enfrentar la violencia: asesoría jurídica, procesos formativos, clínicas móviles, casa de acogida, becas de amparo y registro municipal de la violencia, para tomar decisiones que fortalezcan al sistema, de acuerdo a los distintos tipos de violencia que soportan las mujeres.

Es una muy buena decisión municipal, pero su éxito depende de la actitud y colaboración de todos; la violencia en general, y la violencia contra la mujer en particular, es problema de todos. Podemos empezar por enterarnos de qué tipo de auxilio y dónde pueden encontrarlo las víctimas. (O)