Si se considera el privilegio como una ventaja, hemos de considerar la importancia y trascendencia positiva o negativa que puede generar.

Así, por ejemplo, privilegiar a un hijo o hija, cuando son varios, puede favorecer aparentemente a quien recibe el beneficio, pero podría terminar haciéndole daño, con efecto bumerán, si sus hermanos interpretan como una injusticia la ventaja que desequilibra la balanza de las relaciones familiares.

Esto es algo que a veces los padres o las madres, lamentablemente, suelen olvidar.

¡No es justo! Es una frase que aflora en los grupos familiares cuando se exacerban los sentimientos debido a un trato preferente, sin suficiente razón o mérito, según los criterios de los preteridos.

Las consecuencias que puede generar una situación familiar así son incalculables, porque las reacciones de quienes se sientan afectados se podrán expresar de una y mil maneras, inmediatamente, o a través de los años.

Algo similar puede ocurrir en las aulas de clase, desde las iniciales de parvularios hasta las de posgrado, cuando quienes son responsables de la enseñanza, por falta de conocimientos, aptitud o de tino, presentan como modelos de estudiantes a quienes consideran más aptos, disciplinados o cumplidores de las obligaciones.

Asimismo, en los lugares de trabajo puede producirse el fenómeno de “las preferencias”, que terminan minando la buena voluntad y el anhelo de colaborar para lograr el éxito en el trabajo común de parte de quienes se sienten marginados por el trato preferencial que sin justa razón, para ellos, se otorga a alguien del personal.

¿También en política hay quienes sienten que las autoridades privilegian a ciertos sectores sociales o políticos en la toma de sus decisiones, legislativas o administrativas?

¿Y en el mundo religioso acaso existen privilegios discriminadores, entre quienes están en las mismas circunstancias?

¿Acaso en nuestra mente o en nuestro corazón está incubada la razón de ser de una tendencia a privilegiar?

No me cabe duda de que los seres humanos somos selectivos y privilegiadores.

Los problemas surgen cuando no seleccionamos bien o no privilegiamos en la forma correcta. Por ejemplo: ¿con quién casarme? ¿Quiénes y no otros merecen mi voto? He allí un par de preguntas que requieren toda nuestra atención, pues nos conducirán a decisiones que producirán efectos importantes en nuestras vidas.

Por eso debemos especializarnos en aprender a discernir y es una bendición lograr hacerlo, para poder escoger no solamente entre lo bueno y lo malo, sino también de entre lo bueno lo mejor.

Es muy importante lograr actuar con reflexión y conciencia del bien o mal que podemos generar con nuestras palabras, gestos, acciones u omisiones.

Sin dejar de ser espontáneos, necesitamos también ser atentos con todas las personas y saber identificar la necesidad fundamental que tienen todos los seres humanos de ser reconocidos y valorados.

¿Tiene usted experiencia de otorgar o recibir privilegios? ¿Acaso aprendió en qué consiste el discernimiento? ¿Le ha sido útil?

Pero, regresando al tema, ¿cree usted que cabe privilegiar? ¿Sería tan amable en darme su opinión? (O)