VENEZUELA

El 30 de julio se ha anclado en la opinión pública como el día del juicio final. Ese día, se piensa, se abrirán sin retorno las puertas del cielo o del infierno.

Si se realizan las elecciones de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) se consolidará el Estado Comunal, disolviendo la República y aniquilando lo que queda de la democracia (¿el recuerdo?). La alternativa, la suspensión de las elecciones, solo sería la primera victoria y el inicio de un sendero que concluye ineludiblemente en el fin del chavismo.

El 30 de julio y ambas representaciones políticas convienen tanto al Gobierno como a la oposición por igual. Pero solo hasta que llegue el día, que por cierto se acerca a una velocidad casi sobrenatural. La relatividad del tiempo, apuntaría Einstein.

Sin embargo, a partir del 1 de agosto ambos sectores tendrán que reinterpretar la fecha, pues la terquedad de la realidad política, esa que se erige con independencia de la capacidad discursiva de los políticos, se mantendrá casi intacta. Pues la solución al conflicto político no permite una distribución del poder que ignore la pluralidad de la sociedad política venezolana. No habrá victoria total o derrota total.

Si se realizan las elecciones de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) se consolidará el Estado Comunal, disolviendo la República y aniquilando lo que queda de la democracia (¿el recuerdo?). La alternativa, la suspensión de las elecciones, solo sería la primera victoria y el inicio de un sendero que concluye ineludiblemente en el fin del chavismo.

Es por ello que ambas representaciones, aunque útiles para los fines comunicacionales de la oposición y del Gobierno (especialmente para incentivar la participación en la consulta popular opositora del 16 de julio, así como para la elección de la ANC del 30 de julio), son totalmente inútiles en la resolución real del conflicto político.

De hecho, si en efecto se lleva a cabo la elección de la ANC, luego del 30 de julio podemos esperar al menos dos fenómenos simultáneos: en primer lugar, la construcción de un frente democrático más amplio contra la dictadura. Uno que profundice el carácter plural de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), incorporando cabalmente a los sectores chavistas democráticos en proceso de deslinde. Aunque este sendero ya ha sido zanjado gracias al discurso del presidente de la Asamblea Nacional, diputado Julio Borges y su continuo llamado a la defensa y rescate de la Constitución y al discurso de la fiscal general Luisa Ortega Díaz (quien habla de división de poderes, defensa de la Constitución y de los derechos humanos), aún no ha sido posible estructurar la convergencia discursiva de ambos sectores en una propuesta organizativa común.

En segundo lugar, podemos esperar una aceleración en los conflictos internos del chavismo, pudiendo alcanzar incluso a la cúpula gobernante. Para mencionar algunos ejemplos: El diseño electoral para estos comicios garantizan que habrá más perdedores que ganadores, ¿habrá denuncias de ventajismo, abuso de recursos públicos y fraude electoral?, ¿se atreverán los perdedores (todos chavistas) a impugnar resultados? Una vez instalada la ANC ¿se atreverá a discutir o intentará imponer las decisiones de la cúpula? Finalmente, ¿quién será el presidente de la ANC? y ¿cómo será su relación con el presidente?, ¿y con la oposición?

¿Pero y si no se realiza la elección de la ANC? En ese escenario deberíamos esperar la instalación de un nuevo proceso de diálogo que dé paso precisamente a un sistema realmente político incluyente, es decir, democrático.

El 30 de julio será una fecha importante para Venezuela, pero lejos de ser el final del camino será el inicio de uno nuevo. (O)