Hace cinco años Hernán Pérez escribía una columna con este mismo título señalando que la ciudad no podía ni debía limitarse a realizar importantes obras públicas, publicaciones, conferencias y demás amenidades con motivo del Bicentenario de la Independencia de Guayaquil, sino que debía plantearse como objetivo estar preparada, para esa fecha histórica, con posiciones y actitudes políticas de parte de nuestros líderes locales y también de la ciudadanía en general, que permitan de forma eficaz hacer frente a los atropellos que ya en esa época y que durante una década, digo yo, habíamos y hemos sufrido los ecuatorianos por cuenta del correísmo.

Y ciertamente debemos coincidir con estos postulados, ya que así como hoy a nadie se le ocurre discutir que el 9 de Octubre de 1820 fue la gesta libertadora que abrió las puertas para la liberación del resto de territorios que conformaban la Audiencia de Quito, la realidad es que 200 años después el Ecuador está librando una batalla igual de trascendente en su vida política, que es buscar la forma de superar el populismo socialista que nos gobernó durante los últimos diez años y que erosionó los principales pilares que sostienen una democracia, como son el espíritu de justicia, la honestidad, el respeto, la equidad, la legalidad, así como la responsabilidad y la solidaridad para luchar por el bien común.

Pero si bien es cierto que la ciudad del río y del estero debe estar lista para enfrentar estos nuevos retos tendientes a erradicar los males que nos fueron legados por la demagogia correísta –caracterizada por el deterioro de las instituciones republicanas–, no lo es menos que existen tareas pendientes que tenemos que enfrentar como comunidad. Quizás la más importante sea diseñar juntos, Municipio y ciudadanía, el nuevo plan de ordenamiento territorial de Guayaquil, que planifique –valga la redundancia– los destinos del principal puerto del Ecuador durante los próximos 30 años, con la finalidad de trazar los objetivos, políticas, estrategias, metas y normas jurídicas que permitan orientar y administrar el desarrollo físico de Guayaquil y la forma de cómo debemos usar su territorio, con cara al futuro más inmediato.

Existen muchas otras cosas que podemos hacer juntos los próximos tres años. Propongo, por ejemplo, trabajar decididamente en la protección del medio ambiente. Y en este tema, lo que seguramente más deseamos los guayaquileños es erradicar completamente la contaminación del estero Salado. Sería un justo y merecido homenaje que le haríamos a ese inmenso brazo de mar que nos rodea desde nuestro nacimiento como ciudad.

Me comprometo a seguir escribiendo en esta misma línea de pensamiento. Entre la lista de Odebrecht, Caminosca, Pólit, Rivera y Cía., prefiero enfocarme en buscar las formas de cómo desde Guayaquil podemos ayudar a liberar el país del nuevo yugo que nos oprime, que es el socialismo del siglo XXI. Lo hemos hecho siempre y no lo vamos a dejar de hacer ahora. Pero para eso debemos enfrentar y resolver temas aún pendientes como ciudad. Trabajemos juntos en este cometido. (O)