La semana pasada, el 21 de junio de 2017, EL UNIVERSO publicó mi sexto artículo sobre el tema que consta en el título de este, y lo hago porque pienso, siento e insisto en que buena parte de los problemas sociales, políticos y económicos que enfrenta nuestra patria ecuatoriana podrían encontrar soluciones apropiadas si conociéramos y aplicáramos los principios que sustentan la Doctrina Social de la Iglesia católica, para tales afanes, y se aplicaran las sugerencias y soluciones que propone.

En dicho artículo hice presente una reciente reedición del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, por parte del Centro Ecuatoriano de Pensamiento y Ética Social, de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana.

Es importante anotar que tal reedición era importante por haberse agotado la edición anterior y, porque, por ahora, no conozco que haya concluido una nueva actualización del referido Compendio, que muchas personas estamos esperando y que deberá incluir las aportaciones de los magisterios de los papas Benedicto XVI y Francisco.

Recordemos, de manera particular, la carta encíclica Caritas in veritate, de Benedicto XVI, concluida el 29 de junio de 2009, que fue tan bien recibida y comentada, en la que trata sobre el desarrollo humano de nuestro tiempo, la fraternidad, desarrollo económico y sociedad civil, el desarrollo de los pueblos, derechos, deberes y ambiente, la colaboración de la familia humana y el desarrollo de los pueblos y la técnica.

Al concluir, Benedicto XVI hace suyas palabras del apóstol san Pablo en su carta a los romanos: “Que vuestra caridad no sea una farsa: aborreced lo malo y apegaos a lo bueno. Como buenos hermanos, sed cariñosos unos con otros, estimando a los demás más que a uno mismo”; y remata con una invocación a la Virgen María para que nos proteja y nos obtenga por su intercesión celestial la fuerza, la esperanza y la alegría necesaria para continuar generosamente la tarea en favor de todo el hombre y todos los hombres.

¡Cómo fuera fácil comprender, aceptar y vivir plenamente tal admonición!

También habrá de incorporarse al nuevo Compendio de la DSI la carta encíclica Laudato si del papa Francisco, sobre el cuidado de la casa común, en la que plantea que nada de este mundo nos resulta indiferente y estamos unidos por una misma preocupación. En seis capítulos repasa lo que le está pasando a nuestra casa, el evangelio de la creación, la raíz humana de la crisis ecológica, una ecología integral, algunas líneas de orientación y acción, para concluir con educación y espiritualidad ecológica.

Ambos son extraordinarios documentos, encierran verdades, consideraciones, juicios y soluciones que me parecen desperdiciadas.

No los leemos como se debe, no los analizamos, no los discutimos ni confrontamos con otras personas, ni ponemos en práctica las sugerencias y soluciones.

Pero nos quejamos y criticamos, demandamos y exigimos, sugerimos y no actuamos.

Mientras tanto, yo sigo escribiendo, para usted y otras personas ¿Ahora sí DSI?

¿Qué me augura?

¿Sería tan amable en darme su opinión?

(O)