La directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) anunció recientemente en la Revista Panamericana de Salud Pública que espera que el número dedicado a la reforma ecuatoriana ayudará a nuestras autoridades a analizar cuidadosamente los retos que quedan por delante. Además, afirma Carissa Etienne, otros países pueden sentirse motivados a realizar cambios en sus sistemas de salud.

Lamentablemente, estos objetivos no pueden cumplirse con artículos que solo usan datos que dan muestras de éxito y rehúsan el diálogo con investigaciones que pudieran poner a prueba los preceptos del Ministerio de Salud Pública (MSP) y que, más bien, por esa misma razón ayudarían a avanzar los conocimientos.

Sus autores no toman en cuenta el artículo en BMC Public Health que destaca las debilidades del MSP en el control de vectores que transmiten enfermedades graves como dengue, malaria y chikungunya. Cuando hablan del posicionamiento global del Ecuador, evitan mencionar el retroceso en materia de derechos en el área de salud sexual y reproductiva, factor crucial en la disminución del embarazo infantil y juvenil. Las falencias del etiquetado se atribuyen a factores externos, pero hay al menos dos artículos científicos que demuestran los errores del programa y que no se encuentran en las referencias bibliográficas.

Como Rasch y Bywater explican, debería provocarnos preocupación un modelo de salud como el ecuatoriano, de planificación y ejecución vertical, basado en el cuidado episódico a través del tratamiento y la reparación. Además de que el sistema ecuatoriano contradice por estas razones la Carta de Ottawa de la Organización Mundial de la Salud, se desconoce la calidad del servicio y su efectividad. Hay mayor cobertura pero el MSP no logra comprender a cabalidad y poner en práctica la atención preventiva y la promoción de la salud.

No se trata de machacar en los errores, pero todos los autores de esta edición de la revista son consultores y funcionarios actuales o antiguos de la OPS, del Ministerio de Salud Pública (MSP) y del Ministerio Coordinador de Desarrollo Social del Ecuador. Más aún, las tres únicas fuentes para entrevistas en uno de los artículos constan como autores en otros artículos de la misma edición.

Me pregunto si uno de estos autores o sus colegas habrá sentido angustia por ellos mismos o por sus hijos y familiares sabiendo que en plenos esfuerzos posterremoto la persona encargada de vigilancia epidemiológica era una ingeniera agroindustrial con una tesis de maestría que versa sobre la detección de especies de Brucella en cabras.

De manera todavía más cínica, un artículo dice que es necesaria “más presencia de organizaciones de la sociedad civil comprometidas con la defensa de los consumidores”, sin reconocer que varios estudios internacionales describen los obstáculos como el Decreto Ejecutivo 16 para justamente cumplir con una recomendación de esta naturaleza en Ecuador. Además de que es risible que se afirme esto en medio del permanente énfasis, dentro y fuera de esta edición especial, de la rectoría del Estado.

Más allá de los logros promocionables, el Ministerio de Salud Pública y la OPS tienen la responsabilidad de tratar con la seriedad que se merece el cuidado de salud en el Ecuador. (O)