El gobierno de Correa fue tremendamente centralizador. Bajo la ideología de la planificación creó poder y empleo público para que la matriz burocrática (10 MM en sueldos) viva a costa de la actividad productiva (12 MM en impuestos). Restó libertades a universidades y alumnos, intervino la estatal de Guayaquil y la devolvió mermada en sus rentas, número de alumnos y autonomía. Dilapidó millones en campus para jugar a los genios, con tal de no favorecer la investigación en la Espol. Le quitaron al Municipio de Guayaquil la potestad de brindar servicios de salud y entregar libros gratuitos a los más pobres, para tener la exclusividad de ofrecer servicios sociales y aumentar su control político.

Todo esto lo hizo por su personalidad, tan ávida de poder, pero no lo hubiera podido implementar si no existiera una administración pública centralizada en la capital y un gabinete tan mayoritariamente “del interior”, como lo tuvo él y lo analizamos en este espacio en su momento. La situación ha llegado a tal extremo que Guayaquil tiene que pedirle licencia al Gobierno para manejar las tortugas del parque Seminario y pronto irán tras las iguanas.

Ahora, el nuevo gobierno de Lenín Moreno ha repetido y aumentado aún más la participación chulla en el gabinete, fuera de las proporciones del peso de cada región. En términos regionales, lo que se viene es pues más y más de lo mismo.

La educación, cultura y universidades seguirán en manos exclusivamente chullas. Igual salud. También Economía, Finanzas, Banco Central e IESS. ¿Qué más es importante? ¿Hidrocarburos y Minas?, adivinaron: en manos chullas. ¿Cancillería y Comercio Exterior? Chullas. ¿Política?, qué más natural que una chulla. ¿Secretaría de Inteligencia y Ministerio de Defensa? Ambos chullas. Para Guayaquil no se preocupen, hay temas como Deportes y Trabajo.

Muchos, probablemente por no haber experimentado algo distinto, se han acostumbrado a que exista una capital que concentre geográficamente el uso de los recursos públicos. Algunos perdonan la gravedad del gasto inútil y de la inversión discriminatoria, alegando que en todos los países hay capitales y se resignan a cambio de seguir sintiéndose ecuatorianos. Esa posición no es racional, se basa en la defensa de un sentimiento de pertenencia a una nación, el cual parece exacerbarse cuando se plantea el objetivo tema de una mejor distribución de los recursos públicos.

Pero el mundo está cambiando muy rápidamente y no hay razón para pensar que los males de la centralización deban durar por siempre. Además, la reivindicación de la autonomía local de gestión es algo fuerte y natural. Aguantar otro gobierno chullo es como calzar con chulla media; las carreteras son un ejemplo de lo que esto significa en la práctica: de concreto y amplias en la Sierra, de asfalto y más angostas en la Costa, media gruesa versus pie descalzo, eso es un gobierno chulla.

No debemos resignarnos a ser chullos. Que la administración pública sea chulla es tan irracional como pretender que las fuerzas armadas deban serlo. Fue tan chullo el pensamiento de la armada que en pleno siglo XX tuvieron la escuela naval en la Sierra y allá enseñaban a los marinos a lidiar con el mar. No es broma. Tenemos una chulla patria, no podemos tener una patria chulla. (O)