Las primeras expresiones del presidente Moreno manifiestan una apertura mental que va más allá de un simple cambio de estilo porque han tocado materias trascendentales, como la libertad de expresión y otras de materia económica, como las de mantener la dolarización y no recurrir a la moneda paralela, todo lo cual ha traído una cierta tranquilidad a la ciudadanía. Todo esto tendrá que traducirse en acciones concretas, pues lo que es solamente manifestación de buena voluntad puede ser cambiado más adelante por nuevos actores y gobernantes. El presidente entrante ha señalado su respeto por la libertad de prensa, ha hablado de amnistía en los juicios por supuestos delitos de prensa, mientras que, en actitud contraria, el saliente, a última hora, envió a la Asamblea una ley para limitar la libertad de expresión en el internet. Quien ha desbordado odio durante una década, hoy propone una ley que regule los actos de odio y discriminación en las redes sociales, al mejor estilo de Cuba y China; pretende someter a las organizaciones tecnológicas mundiales a que designen un representante en Ecuador para que reporte las supuestas transgresiones al Ministerio de Justicia, bajo pena de sancionarlas. Pretender que empresas americanas, como Google, actúen como pesquisas en el mercado ecuatoriano es más que irreal, porque ellas no pueden contradecir las leyes de su país que establecen que los funcionarios públicos están sujetos al escrutinio público, que es lo que tratan de evitar. Aquí la primera prueba para el nuevo presidente: ¿Aceptará que la Asamblea tramite este proyecto atentatorio contra la libertad de expresión como propio de la presidencia que él ahora ejerce o lo retirará? Si la Asamblea no quisiera devolvérselo y decidiera tramitarlo, él podría anunciar que vetará tal proyecto si es aprobado. Shakespeare diría: “Ser o no ser”. El propósito del poder, de silenciar, de amedrentar a las personas que han encontrado en el internet la forma de manifestar sus ideas, de controlar al poder político, es un retroceso salvaje, es privarlas de una forma de expresión existente en todo el mundo libre. La juventud ha nacido con esta libertad y la defenderá, sean cuales sean las sanciones. Si la prensa tradicional contribuyó a las más grandes transformaciones de la humanidad, como la revolución francesa, el internet completa esa misión a partir del pensamiento de cada persona, individualmente. Esta es una verdadera democracia participativa, populariza el pensamiento. Aquí se ha presentado un problema grave: ¿Pueden coexistir dos poderes presidenciales? Al parecer, al presidente saliente le es muy penoso aceptar que terminó su función; se aferra al poder de forma patética.

Decíamos que para concretar sus enunciados, el presidente deberá adoptar medidas concretas: suprimir legalmente la existencia del tribunal de la inquisición, creado para perseguir a los periodistas y sancionar a la prensa. En la prensa y el internet, las responsabilidades deben determinarse por los jueces ordinarios, civiles y penales, nunca por funcionarios administrativos sometidos al poder político. El presidente ha dado la norma ética: “La República no se perderá porque el pueblo se ría del gobernante; se perderá cuando el gobernante se ría del pueblo”. Todos estamos atentos. (O)