Como siempre ocurre, es depositario de grandes esperanzas ciudadanas. Presumo que todos le deseamos éxitos al licenciado Moreno en su gestión, pues de ello depende el mejor futuro de la familia ecuatoriana.

Sin embargo, los especialistas reiteran: tendrá poco margen para cambiar el deteriorado escenario; entre otras cosas, la crisis económica, el subempleo por las escasas ofertas de empleo formal o posibilidades de emprendimiento, la depresión de las fuentes de financiamiento externo e interno, la no aconsejable elevación de impuestos, el declive de la extracción y del precio del petróleo. En especial, la gigantesca deuda pública sobre la que hay poca transparencia y se teme que llegaría a los 65.000 millones de dólares.

El nuevo mandatario tendrá que afrontar dos fuerzas que disminuyen su poder: el ‘gobierno invisible’ y la globalización. El periodista español Carlos Esteban lo explica: El ‘gobierno invisible’ es el ‘gobierno de continuidad’, de las estructuras construidas para mantener el orden en caso de catástrofe y el ejército de funcionarios que no elegimos y que toman decisiones con autonomía del Gobierno de turno. Están también grandes corporaciones, contratistas, los que aleccionan a la niñez y juventud y redactan el guion decidiendo qué es bueno y qué es malo. La globalización impone sus reglas y controla a cualquier gobierno individual.  Desde que pertenecemos a la universalidad, estamos limitados por ella.

En el discurso de posesión encontré ambigüedad y contradicción en ciertos asertos sobre libertad de expresión; por un lado sostuvo que “no puede haber diálogo sin libertad de expresión (...)”, y ofreció una “relación fresca y dialogante” con los medios de comunicación. También instó a una “libertad de prensa” con altura y responsabilidad, porque de hacerlo “encontrarán puerto seguro en el nuevo gobierno” (¿o de lo contrario no habrá puerto seguro?). Pero puntualizó: “...queremos periodistas, columnistas y editores íntegros, que escriban con la luz de la verdad y no con la sombra del odio; el periodista debe exigir justicia, no venganza”. Es decir, afloró parte del mensaje confrontador de Correa, recogido como verdad irrebatible. Tal vez no consideró que la Declaración de Principios sobre Libertad de Expresión de la CIDH protege la libertad de expresión, en todas sus formas y manifestaciones. Sin decirlo, el mandatario reclamó tácitamente para sí la protección del honor que se le debe a un ciudadano común y sin poder. La democracia representativa no les otorga el mismo nivel de protección al honor a los funcionarios públicos.

El presidente Moreno solo utilizó 5 minutos para referirse a su compromiso de combatir la corrupción. Tal espacio me resultó decepcionante para tratar un problema mayúsculo. Además, porque modificó su planteamiento de campaña. Es que solo anunció que convocará a las autoridades de control y ciudadanía para conformar un frente nacional, con el apoyo de las Naciones Unidas. Cuando como candidato ofertó pedir ayuda a las Naciones Unidas para conformar una comisión internacional de lucha contra la corrupción.

Lo hemos dicho antes: la corrupción en Ecuador no se podrá enfrentar exitosamente sin una comisión internacional libre de influencias internas, independiente incluso en lo financiero, que permita investigar y desarmar las estructuras ilícitas en el Estado. La modificación de la propuesta de campaña solo se explica con la presencia del ‘gobierno invisible’. (O)