Un reciente estudio de la Universidad de Notre Dame (Indiana, EE. UU.), institucionalizó el índice que lleva su nombre (Índice de Adaptación Global Nd-Gain), que determina el grado de vulnerabilidad y adaptación al cambio climático de 181 países, para lo cual conjugó 74 variables, agrupadas en 45 indicadores básicos, relacionándolos a la vez con el nivel de preparación de las naciones para hacer frente al impacto de los fenómenos ambientales. Ese trabajo científico es digno de sopesar, es equidistante entre la apreciación que tienen los gobiernos, casi siempre argumentando que han hecho mucho, y el parecer de los opositores cuando estiman que nada se ha realizado. Es además una herramienta valedera para que la empresa privada y el sector público prioricen las inversiones para una respuesta eficiente ante los desafíos meteorológicos.

Para evaluar la vulnerabilidad, definida como la predisposición de las sociedades a ser afectadas negativamente por el clima, se analiza la exposición a los fenómenos climáticos de segmentos fundamentales como el alimenticio, disponibilidad de agua dulce, salud, bienes y servicios naturales, hábitat humano e infraestructura, así como el grado de sensibilidad natural a sus impactos. Establece lazos entre la adaptabilidad climática con la situación económica, la gobernabilidad y el nivel de bienestar de las poblaciones.

Después de asignar valores sobre el estado de vulnerabilidad y preparación, se agrupó a los países en cuatro niveles: superior o muy alto, medio alto, medio bajo y bajo, estableciendo que el país latinoamericano mejor calificado es Chile, que ocupa el puesto número 30 de 181, nivel medio alto, seguido muy lejos por Uruguay (puesto 52), Costa Rica (66), México (68), Colombia (72), Brasil (75) y Panamá (77). A nuestro país se le otorga el escaño 108 entre los diez de mayor vulnerabilidad de la región. El peor ubicado es Haití en el lugar 170, muy cerca de los últimos del mundo (Eritrea, Chad, República Centroafricana), mientras que los diez primeros son Dinamarca, Noruega, Nueva Zelandia, Singapur, Gran Bretaña, Alemania, Finlandia, Suecia, Suiza e Islandia. Ecuador se hizo acreedor a una baja puntuación de 89 en vulnerabilidad y una negativa calificación en preparación (61); sin embargo, esas debilidades pueden superarse pues tiene reales perspectivas de mejoramiento, con potencialidades agrarias e infraestructurales, que no han sido desarrolladas eficazmente.

Se resalta el rol trascendental de la agricultura ecuatoriana y otras actividades rurales, como la ganadería, acuacultura, pesca y forestación, pero subraya su déficit en productividad por efecto de la poca investigación e innovación tecnológica, especialmente en el segmento de los cereales, exiguo aprovechamiento de los proyectos de riego, reducida utilización de energía hidroeléctrica en el campo, pero rescata su autonomía en el abastecimiento de alimentos, balanza comercial agraria positiva, suficientes tierras labrantías, cuyo cultivo eficiente mejoraría su posición frente a los desórdenes climáticos.

Aspiramos a que los líderes de la administración pública, los actuales y futuros, revisen a fondo el trabajo de la Universidad de Notre Dame, porque es una radiografía fidedigna de la situación de vulnerabilidad y preparación del país ante la real presencia del cambio climático, que, por lo que muestra hasta ahora, lo sitúa entre los “diez peores de América”. (O)

 

Para evaluar la predisposición de las sociedades a ser afectadas negativamente por el clima, se analiza la exposición a los fenómenos climáticos de segmentos fundamentales como el alimenticio, disponibilidad de agua dulce, salud, bienes y servicios naturales, hábitat humano e infraestructura, así como el grado de sensibilidad natural a sus impactos.