Los últimos días, imágenes emblemáticas se han quedado grabadas a fuego en el interior de millones de seres humanos y desde allí pugnan por producir el fruto que en sus entrañas llevan. Son más revolucionarias que muchos discursos, producen toma de conciencia masiva y profunda.

Un fotógrafo periodista en Siria corre bajo las balas queriendo salvar a un niño que muere en sus brazos. No hay palabras que puedan expresar la indignación que produce el abismo de la maldad y la bondad humana. En el mundo hipercomunicado que vivimos, la capacidad de asombro y de silencio son comportamientos que debemos educar. Tememos al silencio y al sufrimiento como tememos a la libertad.

En Venezuela, un hombre desnudo avanza hacia los tanques. No lo protege nada, solo su lucha, y quizás espera que ese otro ser humano, que se parapeta en la tanqueta y que le dispara perdigones, hiere su cuerpo pero no su dignidad, cambie. En las imágenes tapan sus órganos sexuales como si estos fueran vergonzosos, cuando la vergüenza está en que atropellen al pueblo, lo hieran y lo maten.

También en Venezuela. Una mujer mayor camina al costado de un tanque que atropella personas y hace correr a todos por el miedo. Se para adelante envuelta en la bandera de su país, mira a los enjaulados en el vehículo cubierto de rejas por el que vomitan balas y gases. El tanque la empuja, le lanza bombas lacrimógenas, ella se tapa la cara y sigue parada delante de ellos. O la trituran o se detienen. Impresionante. Está dispuesta a pagar con su vida el costo de ver a su país libre. No pide clemencia. Resiste, aguanta, se afirma. No hay mayor libertad que haberle perdido el miedo a los golpes y a la muerte.

En Quito, los nueve miembros de la Comisión Anticorrupción, personas venerables que hicieron un trabajo de investigación serio y documentado, fueron llevados a juicio por el delito de calumnia contra el contralor general del Estado, Mg. Carlos Pólit, porque denunciaron a varios funcionarios, entre ellos a Pólit, por el presunto sobreprecio en la compra del terreno para la Refinería del Pacífico.

Varios de los comisionados son personas mayores, pero eso no es lo más importante. Lo importante es lo que investigaron y sus conclusiones. Y por eso los admiramos. Son capaces de enfrentar el poder, denunciarlo y mantenerse firmes ante él aunque pretendan triturarlos como a la señora que enfrentó los tanques. La imagen de Isabel Robalino, de 99 años, representa simbólicamente a toda la Comisión. En su lucidez, con sus brillantes ojos negros, pequeños y escrutadores, pidiendo que la metan presa hasta los 101 años si así lo deciden, sobrepasa y supera cualquier explicación. Recorrió el mundo que en medio de los rumores de guerra de las grandes potencias contempla cómo se ejerce la justicia en un pequeño país desconocido para muchos, que se hace presente en el concierto mundial por la aberración de sus juicios y la valentía de sus mayores.

Ningún “perdón” posterior a la condena, sugerido por el presidente electo recordando a los emperadores romanos que con el pulgar hacia arriba o hacia abajo decidían la vida de sus súbditos, borra lo que la imagen transmitió sobre cómo funciona la justicia en el Ecuador. Y esa evidencia es germen de muchos despertares. (O)