En realidad, la mejor medicina es información adecuada, de calidad. Cómo tomamos decisiones desde el nivel personal hasta el nacional depende de los datos que nos son presentados. Siendo algo tan elemental no es considerado como un problema, ni siquiera por los políticos, mucho menos por la sociedad civil, aunque deberíamos juntos usar los datos estadísticos y epidemiológicos para crear políticas públicas en áreas como salud y educación. Reconociendo esta falencia, iniciamos hoy un análisis de algunos temas de importancia para mejorar el sistema de salud y, sobre todo, de atención médica del país.

Para tomar decisiones, para crear programas que mejoren al país se deben proponer políticas estatales, no de los gobiernos de turno. Entre las claves para ello está tener datos que son recogidos y presentados con transparencia, que construyen indicadores de fácil acceso e interpretación, generalmente creados por equipos multidisciplinarios de varias instituciones, la mayoría no dependiente de gobiernos y coyunturas. El profesionalismo requerido para algo tan esencial va mucho más allá de la honestidad intelectual de quienes dirigen, por ejemplo, el INEC, Registro Civil o los departamentos de epidemiología de universidades, ministerios y hospitales. Estriba en tener instituciones sólidas que no tengan empleados que cambian de acuerdo a quien preside la nación o el ministerio que rota directores por sus necesidades políticas. Las instituciones de estadística serias, de naciones que reconocen esta necesidad de transparencia suelen tener sistemas de balances y controles que son evaluados por entes no gubernamentales con consejos que incluyen representantes de varios sectores: privados, civiles sin fines de lucro, académicos y políticos, de modo que la permanencia o no de los funcionarios no depende de los resultados que presenten, sino de la calidad científica de los datos.

En el país, los mecanismos para recoger información de salud obedecen al Gobierno central, en muy poca proporción a gobiernos locales y aun menor es la información proporcionada por investigaciones académicas e independientes. El acceso a la información es escaso en volumen y dependiente de autorizaciones y pasos burocráticos casi infinitos que determinan el poco estudio y mucho menos propuestas de sociedad civil, universidades, gremios y sociedades científicas. Un ejemplo de la necesidad de autonomía y transparencia es la información creada en esta década sobre nutrición infantil. Los datos son tan variables que se dice que el problema es la obesidad o su opuesto: la desnutrición; frente a resultados tan negativos, se llega a oír a la más alta autoridad negar en público que sean adecuados. Al poco tiempo cambian las autoridades y aparecen datos revisados que confirman lo que el gobernante pedía: que mejore la estadística ante la evidente pobreza nutricional de tantos niños ecuatorianos que pasan a ser un número, una propaganda. No hay contraste de información, ni análisis, mucho menos deliberación interinstitucional para crear política pública estatal que cambie ese inefable destino de mal nutrición.

El sistema de salud puede ser más eficiente sin tener que construir más edificios, al contrario, debe construir líneas de trabajo, de educación, pero sobre todo una actitud de apertura a la cooperación entre distintos sectores y una vocación por la transparencia. Exijamos a las autoridades y trabajemos desde nuestros espacios para lograr el cambio. (O)

Un ejemplo de la necesidad de autonomía y transparencia es la información creada en esta década sobre nutrición infantil.