La pertinencia de los criterios sobre las cosas de la vida no está dada exclusivamente por los conocimientos adquiridos en los sistemas de educación. La ilustración que ahí se recibe es un importante elemento en la emisión de juicios, sin embargo, en ocasiones el punto de vista formulado por quienes tienen una buena educación no es más apropiado que los conceptos que provienen de personas que manejan otras fuentes, como la experiencia, o ejercen formas de conocimiento que responden directamente a referentes básicos, como la prudencia y el buen juicio.

Por eso, pese al valor del pensamiento académico, a menudo encontramos en la cotidianidad de la calle o en espacios institucionales no necesariamente concebidos para la producción de ideas y opiniones, algunas que son verdaderos aportes para la construcción de un mundo mejor. La sabiduría popular se encuentra en las antípodas de la producción académica estricta, sin embargo, en muchas ocasiones las contribuciones de esas dos fuentes son las mismas. Hay pensadores académicos que expresan, de manera clara y sencilla, criterios comunes a los dos ámbitos, permitiendo que mucha gente los comprenda y los incorpore a sus formas de vida. Covey, estadounidense, que escribió sobre la condición humana y la productividad personal, es uno de ellos. En su obra, conocida por amplios sectores organizacionales y empresariales en todo el mundo, propone dos conceptos: círculo de preocupación y círculo de influencia. El primero es aquel en el cual frente a la complejidad y crisis consustanciales a todo momento elegimos actuar desde la ansiedad y la intranquilidad. Estas reacciones son ineficaces, pues no contribuyen a la solución de los problemas, sino los exacerban. Estar en el segundo significa vivir esa misma complejidad desde posiciones positivas frente a las circunstancias que podemos mejorar. Esta forma de ser es inherente a la eficacia personal. Si vivimos en el círculo de preocupación, avanzamos poco; si nos concentramos en las cosas que podemos hacer, las logramos, porque nuestra energía está orientada a resultados.

El círculo de influencia más obvio somos nosotros. Cambiar el entorno para encontrar la realización es una posibilidad concreta y atrae a muchos, pero también es posible mirar la vida como la oportunidad real de mejoramiento personal, comprendiendo la interdependencia con la institucionalidad social, los otros y con la naturaleza. Esta posición se encuentra en las bases mismas del derecho y de la religión y sirve mucho en la vida práctica de las personas. Si pretendemos que todo cambie y somos miopes frente a nuestra propia perfectible realidad, estaremos dejando de lado a uno de los elementos básicos de la transformación del mundo, uno mismo. Desde el círculo de influencia nuestra incidencia en el cambio positivo del entorno es más potente y eficaz.

Por lo antedicho, una suerte de autoexhortación, creo que en este año es necesario enfocarse en aspectos de mejoramiento personal, como el respeto a los otros y el amplio fortalecimiento del imperio de la ley, esencialmente. Cierro esta columna con una cita de otra idea de Covey, “...siempre que tú pienses que el problema está allá afuera, ese mismo pensamiento es el problema”. (O)