Lo que siento por lo que se ha visto en el ámbito preelectoral en el Ecuador puede ser equiparado solo con un maldito dolor de muelas.

Es molesto. Insoportable. Odioso. Impertinente. Despreciable. Y por ello al mismo tiempo no pasa por desapercibido. Menos, inadvertido. Tampoco es desestimable. Y requiere cura urgente. No solo analgésicos.

Las alternativas que al momento están sobre la mesa de ajedrez electoral al parecer no aprendieron nada en la última década, y creen que la traición, el engaño, la mentira, la argucia, la suspicacia, la ambición de poder son los elementos con los que deben mover las fichas. Y las muelas duelen. Insoportables.

Álvaro Noboa sale a decir que acepta. Y que decreta. Y así cree tener la Presidencia en el bolsillo. Pues de allí sale el que cree es su as para la partida de febrero. Ninguna propuesta. Solo un extraño argumento de crecimiento económico por decreto. Un incongruente discurso que desconsuela. Con la ayuda del Señor.

El dolor late en las sienes al ver en los medios a un Paúl Carrasco levantando “victorioso” la mano del candidato banquero. Alianza, dicen. Pero sabe a dolor de muelas del juicio. Las migajas solo forman caries. Duelen. Cofundador de la “Unidad”, lo dejaron sin piso. Confió en los que antes dudaba. Y lo excluyeron de la fiesta que organizó, financió, invitó, con un interés egocéntrico. Y se fue a bailar al son de su pregonado granizo tostado. Una acción y reacción política que duele en las muelas.

Y el candidato de la banca cerrando puertas ante la “Unidad”. De la que se quedó solamente con el mentor. Ambos convencidos de que nadie se acuerda de la diáspora que provocó la crisis bancaria. Incomprensible amnesia selectiva. Como si nada hubiese sido quebrar al país.

Una fracción de la dirigencia indígena aupando a los que los oprimieron. Duelen. Duelen en su falsa autoestima. En su escasa memoria histórica. Remuerden en la traición a los suyos. Miopes. Caminando en la dirección equivocada con no se sabe qué intereses. Nostalgias del poder.

Y la estrategia industrial, o al menos de uno de sus representantes, que centra su interés en la discapacidad física del candidato oficialista. Una pretendida descalificación de alguien que sacudió la vergüenza e hipocresía de quienes escondían a sus familiares para despreciar la discapacidad. Y evidenciar la incapacidad como país. Intenso dolor de muelas. De los peores del cuerpo. Y del alma.

Un oficialismo, también, salpicado por las denuncias de corrupción. Fortunas que huelen a traición. Que salpican. Que enturbian. Pero que nos muestran como país.

Como un espejo, vemos una realidad en la que nos reflejamos de cuerpo entero. Nos miramos como país, porque en esa medida están las ofertas electorales. Una campaña de indecisiones, revuelos, paradojas. Y es solo el principio. Como el dolor de muelas que debe esperar, en vela, por mejores definiciones. Desde un maquillaje hasta una extracción. La respuesta debería estar en la formación política, para que esa política termine superando a la politiquería.

Poco hemos aprendido. Y las elecciones y sus candidatos son el espejo de esta patria atormentada por un permanente y cíclico dolor de muelas. De los del cuerpo, uno de los peores. (O)