En más de una ocasión el jefe de todos los poderes públicos del país ha expresado sus deseos de que el millonario Donald Trump gane las próximas elecciones de los Estados Unidos. Sus simpatías hacia el nominado del Partido Republicano son explicables, dada la comunión de posiciones que ambos tienen con respecto a muchos temas. Pero las simpatías personales que él tenga hacia Trump no deberían comprometer la política exterior del Ecuador.

Y es que ahora resulta que Julian Assange, el conocido hacker a quien el Gobierno le ha dado asilo diplomático en nuestra Embajada en Londres, ha advertido que en los próximos días él se encargará de hacer públicos ciertos correos electrónicos de Hillary Clinton, los que –según lo afirmara el propio Assange– le causarán un grave daño a su campaña por la Casa Blanca. (La protesta del Ecuador al Gobierno de Panamá por ciertos comentarios de Abdalá Bucaram, o las acusaciones contra Fernando Villavicencio por divulgar algunos correos electrónicos vienen a la mente…) Assange hizo este anuncio en una entrevista televisiva desde la Embajada ecuatoriana. En ella no ocultó su profunda animadversión y odio hacia la primera mujer que compite por la Presidencia de los Estados Unidos.

Como se sabe, Assange es buscado por la justicia sueca por la acusación de abuso sexual presentada por dos mujeres de ese país. No es un perseguido político, ni es un periodista independiente víctima del abuso del poder, ni es buscado por las violaciones a la correspondencia. La cantaleta de que Estados Unidos lo quiere encarcelar solo le sirve a él de cortina de humo para ocultar sus problemas judiciales; mientras que a los payasos que manejan nuestra política exterior les sirve de trampolín mediático.

La posición del Ecuador en este affaire refleja algunas de sus taras. Por un lado, tal parece que el Gobierno cree que las instituciones judiciales suecas o inglesas actúan según las órdenes que les imparta el Ejecutivo, tal como sucede acá. Por el otro, y probablemente sea lo más grave, el Gobierno parece desconocer que, en Suecia, como en muchos países, y contrario a lo que sucede acá, las denuncias de abuso sexual son tomadas muy, pero muy en serio. En general, el machismo, del que tanto se hace gala en el Ecuador, comenzando por las más altas esferas, no solo que es objeto de un severo reproche social, sino que puede constituir una infracción legal.

Si ya la concesión de asilo diplomático –una figura no aceptada por Inglaterra– a un sujeto que es buscado por abuso sexual con el pretexto de que es un perseguido político ha deteriorado más la pésima imagen que el Ecuador tenía en el exterior, la de permitirle ahora que use nuestra Embajada para dañar la imagen de Hillary es una vergüenza. Pensar que no se nos va a pasar luego una factura por esta decisión es propio de inexpertos. Aunque claro, será otra de las tantas facturas que nos tocará pagar a los ecuatorianos y no a quienes las provocaron. (O)