El advenimiento de la paz en Colombia, hecho histórico de gran trascendencia, motivo de celebración regional y mundial, será pródigo en esperanzas para la tranquilidad continental, que mitiga los temores de sus vecinos por los coletazos del conflicto en términos de seguridad. Autoridades han expresado que Ecuador está preparado para enfrentarlos. Uno de los pilares más sentidos de la plataforma de la posguerra será el impulso que recibirán los productos agroexportables, conforme lo proclama su objetivo selecto “aumentar el área y los rendimientos destinados a la producción y fomento de las exportaciones agropecuarias y agroindustriales”. Los cultivos permanentes (banano, plátano, café, cacao, frutales, etcétera) aumentarán en un millón de hectáreas, en tres años, con apoyo crediticio, tecnología y servicios, para “mejorar los ingresos de los agricultores”. Los recientes registros de entusiastas interesados reflejan que la meta ha sido superada.

La conflagración interna colombiana tuvo su origen en el territorio rural, cúmulo de iniquidades y abismos sociales, que se aspira a corregir con la inmediata ejecución de proyectos que superarán adversidades, como la injusta distribución de la tierra, el desplazamiento forzado de campesinos (serán restituidos los sobrevivientes o sus herederos), algunos fueron obligados a poblar sus campos con plantas prohibidas, que ahora, con gran ilusión, se reemplazarán con siembras prometedoras, incorporándoles valor con productividad, innovación tecnológica, manejo ecológico y cuidado ambiental. Certeros planes han sido elaborados con la debida anticipación, incluyendo a los futuros beneficiarios, en colaboración técnica de organismos internacionales, gobiernos amigos, corporaciones y amplio financiamiento, con mundial solidaridad. Todo articulado con los tratados de libre comercio con Estados Unidos y la Unión Europea, ya vigentes.

Un producto estrella será el cacao, a tal punto que el Gobierno estadounidense suscribió con Colombia el denominado acuerdo Cacao para la paz, que promueve la siembra en sitios donde existían plantaciones ilícitas, con presupuesto inicial de cinco millones de dólares, para investigación, transferencia tecnológica, fortalecimiento de asociaciones, vinculaciones con industrias que adquieran el grano directamente, a precios justos, sin intermediarios. Predomina un comprensible optimismo por las buenas señales del mercado y por haberse “reconocido en el 2011, al colombiano, como cacao fino de aroma”. También ocuparán un lugar destacado cultivos como banano y plátano, y, dentro de los de ciclo corto, maíz duro, soya y cebada. Conviene, por tanto, que el Estado ecuatoriano busque equiparar los estímulos que recibirá la agricultura colombiana, procurando un saludable equilibrio comercial, así nuestros productos agrícolas de exportación competirían en condiciones similares, en compartidos mercados.

Aplaudimos que Colombia haya escogido a su prometedor sector campesino, como marco idóneo para su crecimiento económico y ambiente propicio al florecimiento de una merecida y duradera paz en democracia, luego de tantas pérdidas humanas e indescriptible dolor, cuyas causas subyacen aún en sociedades inicuas que desmerecen al mejor de sus activos: su agricultura fecunda, hábitat de una laboriosa población, siempre esperando un nuevo amanecer. (O)