El Ministerio de Educación está considerando alternativas de cambios en el calendario escolar como medida de precaución ante la probable presencia del fenómeno de El Niño, lo cual es positivo y necesario.

Sin embargo, sería oportuno reconsiderar el calendario escolar no solo para esta coyuntura, pues lo que ya constituía una costumbre, comenzar las clases en abril y terminar en diciembre, tenía un motivo fácilmente identificable y partía del reconocimiento de que es necesario considerar las características geográficas del lugar al programar las actividades escolares. En la Costa ecuatoriana, la temporada de más calor y lluvia, acompañados de la presencia de mosquitos y otros insectos transmisores de enfermedades graves, es de enero a marzo. Además, hay que considerar que en las áreas rurales las lluvias frecuentes producen lodo y barro, que dificultan el traslado de los niños y jóvenes a sus locales escolares, por lo que no es extraño que aumente el ausentismo escolar.

Es necesario ubicarse en la realidad y reconsiderar definitivamente las fechas del año escolar en cada región. (O)