Al analizar los resultados de los foros internacionales sobre cambio climático, incluyendo las llamadas cumbres que convocan a los jefes de Estado, se arriba a la frustrante convicción de que no han alcanzado los objetivos a los que aspiraban, pues continúan creciendo las emisiones de gases de efecto invernadero, con una tendencia tal que llevarán al planeta a un aumento de temperatura promedio de dos grados centígrados para el año 2050, con desastrosas consecuencias. Los océanos al calentarse aumentarán su nivel, se agravará con los aportes de los deshielos polares y montañosos, provocando intrusión salina a acuíferos y suelos cultivables. Los científicos han cumplido su rol identificando las causas, daños y soluciones, sin que tengan clara respuesta de gobernantes y políticos. Mientras, las olas de calor no cesan, con valores mensuales más arriba de los límites históricos, sumando pérdidas humanas.

Los glaciares andinos están desapareciendo, el señorial Chimborazo pierde 30 metros anuales de su nívea cobertura, alterando la estacionalidad y el volumen de los caudales fluviales. El parecer unánime es que la actividad más impactada será la agrícola, que verá reducida su producción, poniendo en enorme peligro la seguridad alimentaria. Paradójicamente, contribuye fuertemente a las poluciones, haciendo que Ecuador ocupe el sexto lugar en Latinoamérica de volumen contaminante. Se ha definido que las áreas más susceptibles serán las localizadas en bajas latitudes, que son también las más pobres, proyectándose mayor frecuencia e intensidad del fenómeno El Niño, que tantas pérdidas ha irrogado a la infraestructura y producción nacional.

Se debe actuar con prontitud, dando pasos firmes hacia la llamada agricultura climáticamente inteligente, es decir, adaptarla a un entorno de alta temperatura y lluvias, estudiar el comportamiento de las especies vegetales, microorganismos del suelo y ganado, pues aún no sabemos cómo responderán los cultivos de productos de la dieta diaria y los de exportación a esas situaciones extremas. Es probable que alzas moderadas favorezcan a unos, pero afectará a la mayoría, las plagas y enfermedades serán más agresivas. Simultáneamente, hay que promover una agricultura con menores emanaciones. Urge movilizar a la burocratizada investigación agrícola hacia la búsqueda de respuestas. Se desconoce qué se hace desde las esferas públicas por obtener variedades de siembras resistentes al calor y precipitaciones excesivas. Las publicitadas rendiciones de cuenta no hablan al respecto, las medidas son aisladas y no responden al principio central de mitigación y adaptación al cambio climático.

El reto recae en el ámbito político, porque afecta al bien común, razón tiene la sociedad civil organizada de otras naciones, que presiona a sus líderes a priorizar la atención y recursos para enfrentar los embates del clima desbocado, causado por el hombre. En tanto, se fortalece una conciencia popular en torno a la proclama que político no comprometido con la limpieza ambiental y con medidas de adaptación no merece ser elegido, y el que lo fuere e incumpla sus ofertas, estará sujeto a revocatoria inmediata de mandato. En nuestro medio debemos exigir a los aspirantes a nominaciones que formulen proyectos debidamente sustentados, que aseguren un país, de ahora y del futuro, con suficientes alimentos, en una atmósfera sana y libre de efluvios perniciosos. (O)