Las exportaciones de banano hacia China han crecido irregular pero significativamente en los últimos años. En 2012 fueron 2,38 millones de cajas (31 libras c/u), 1,39 millones en 2013, en 2014 ascendieron a 14,92 y hasta mayo de 2015 se cuantifican 8,5 millones. Esto, a pesar de la diferencia de días de navegación con el principal competidor, Filipinas, al que le toma solo 7, mientras que a Ecuador hasta 45, incluidos molestosos trasbordos, hechos que encarecen la caja en 2,5 dólares. El acceso de fruta filipina se ha visto interferido por agrias disputas de soberanía por islotes en el mar meridional chino, a lo que se suma la reducción de oferta atribuible al mal de Panamá, que asuela a las regiones del sudeste asiático. En esa lid comercial el producto ecuatoriano es favorecido por su calidad, tanto en su presentación en verde, al arribo, como una vez maduro, con mayor duración en percha e inigualable sabor.

Es conveniente, por tanto, observar recomendaciones para sostener esa presencia exitosa, que podría ser efímera. Se debe ofrecer constantemente fruta premium, como la que se envía a los centros más exigentes, lo cual depende del esfuerzo de productores y exportadores, con supervisión responsable de las autoridades fitosanitarias nacionales. No existiendo suficientes y adecuadas instalaciones de maduración en China, se vuelve indispensable la asociación con empresarios locales, que a la vez ejerzan controles posventa, identifiquen dificultades y soluciones, utilicen modernos sistemas de difusión y publicidad, en un medio donde el uso de internet equivale al 22% mundial, con 642 millones de usuarios en 2014, que facilita la incipiente pero prometedora venta en línea.

En tanto, Ecuador no es el único proveedor, debe sortear la rivalidad de cercanos productores como Birmania, Tailandia, Filipinas y la propia cosecha nativa, calculada en once millones de toneladas, para una demanda de doce millones en 2014. Esto obliga a manejar cuidadosamente los valores FOB, evitando, por ejemplo, la inoportuna, antitécnica e inexplicable elevación oficial ecuatoriana, de fines del año pasado, que originó incumplimiento de contratos de los compradores chinos y favoreció a los competidores cercanos. Dada la trascendencia social y económica del banano, sería justo la determinación estatal de un precio diferenciado para el combustible de los buques contenedores que lo transportan a los lejanos emporios asiáticos.

La población en capacidad de comprar banano importado en China aumenta, y se asigna a la clase media y a la tercera edad como los más degustadores segmentos en el inmediato futuro, por lo que no es descabellado el cálculo de que dentro de diez años las compras de esa nación llegarán a 500 millones de cajas, casi el doble de la cifra total de la actual exportación ecuatoriana. Asegurar al país una buena proporción de ese requerimiento es una tarea nacional, que obliga a una política comercial que concrete convenios que nivelen privilegios de otros abastecedores, logrados en tratados de libre comercio como el vigente entre China y la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean), Costa Rica, Perú, y que negocia Colombia, exentos del gravamen del 10% que se impone a nuestra fruta. (O)