En el enlace ciudadano Nº 420, el presidente de la República hizo una presentación comenzando por reconocer que ha faltado una “política industrial contundente”, que se superaría priorizando a nueve sectores ganadores, a los cuales su administración apoyará con efectivas políticas públicas. Primaron para esa escogencia las posibilidades reales de desarrollo reflejadas en el aumento de consumo nacional, la generación de divisas, la creación de fuentes de trabajo, sus ventajas competitivas mundiales, que se traducirían en aumento de participación en el PIB nacional y en el bienestar general de la población. Entre los seleccionados recalcó con gran relieve la agroindustria, destacando lo relacionado con cacao, palma africana, pesquería, acuacultura, lácteos, balanceados, flores y otros.

Aclaró que se fundamentó en lo preparado por el Ministerio de Industrias, entendemos sin considerar otros análisis de la cartera de Agricultura y del organismo de Promoción de Exportaciones Pro Ecuador, pues quedaron afuera rubros que tienen iguales o mayores condiciones de inmediata proyección hacia la exportación o sustitución de importaciones. Es inadmisible la escasa atención, dentro de los productos agroindustriales, al maíz amarillo duro, insumo básico para la industria avícola que, habiendo reducido plausiblemente sus importaciones, representa más de 1,3 millones de toneladas de consumo. Tampoco se señaló el rol de los agrocombustibles, que tanta expectativa creó al inicio del régimen.

Ecuador ofrece características inmejorables para la explotación rentable de maíz, se dispone de semillas de alta calidad, con productividad que supera el promedio mundial, agricultores eficientes, un cúmulo de mano de obra directa. Sin embargo, se requieren suficientes instalaciones de secado y almacenamiento, que absorban fluidamente una cosecha de corto lapso, dentro de un mecanismo de aseguramiento de precios justos para los campesinos, el eslabón más débil de la cadena productiva. En tanto, las perspectivas de exportación hacia los vecinos Colombia y Perú, tradicionales importadores entre ambos de 5,8 millones de toneladas o 1.360 millones de dólares anuales, obligan a incluirlo como elemento básico en las políticas de fomento y estímulo.

Llama la atención que no se haya mencionado al banano, cuyo producto final resulta de agregar mucho valor en cada etapa, al punto que el léxico empresarial la reconoce como “industria bananera”, de enormes perspectivas, que llevó al analista extranjero Benjamín Paz a calcular en 500 millones de cajas las importaciones de China, en los próximos diez años, aparte de su ascendente demanda mundial, llevaría a concluir que jamás debe descartarse su inclusión en un plan de impulso agroindustrial. Otras musáceas, como el plátano, son también de gran interés tanto en fresco como elaboradas en presentaciones como chifles, que ya tienen en nuestro medio instalaciones de alta tecnología y gran aceptación en los mercados nostálgicos de población latinoamericana.

Ha quedado marginada una diversidad de cultivos estrictamente industriales, competitivos y de resultados inmediatos, como soya (600 millones en importación), algodón, guayule (caucho arbustivo), colza, colorantes, aromáticos, medicinales y muchos más, algunos recomendados para zonas deprimidas, excluidos por la falta de visión y conciencia agrícola de los autores técnicos del documento que comentamos. Creemos que lo expresado obliga a un replanteamiento de los alcances adjudicados a una incompleta política agroindustrial. (O)