“Es un absurdo la reelección indefinida. La democracia implica alternancia” (noviembre 2007, La Tercera y El Mercurio, Chile). Más tarde, “si alguna vez defendí la alternabilidad, debió ser la novatada” (18, junio 2014). Así se ha contradicho el presidente Correa para justificar su anhelo de obtener una nueva reelección, prohibida por la Constitución de Montecristi, hecha bajo su dirección política, aprobada por el pueblo en plebiscito, y a la cual prestó juramento.

La fácil manera de justificarse del presidente actual nos trae a la memoria otra de terribles consecuencias en el siglo pasado: la del electo presidente de la República, por voto popular, señor Neptalí Bonifaz Ascázubi, descalificado por el Congreso, el 22 de agosto de 1932, por haberse declarado peruano hasta los 44 años, y que atribuyó esto a “cosas de su despreocupada juventud”. El presidente electo había amenazado, si no se respetaba su elección, que la “sangre llegaría a los tobillos”, y, en efecto, ríos de sangre corrieron en Quito durante la llamada Guerra de los Cuatro Días, que terminó mediante un acuerdo entre las partes combatientes, propulsado por el Cuerpo Diplomático, y con el desistimiento del señor Bonifaz.

El doctor Velasco Ibarra me decía, frecuentemente, que “uno solo es dueño de lo que se calla”, y añadía: “Quien no sabe callar, no sabe gobernar”. Es así, toda palabra vertida es de dominio público, cuanto más cuando quien las vierte está en los más altos niveles administrativos, y cuando esas palabras y la falta de respeto a ellas son escuchadas por la juventud y serán estudiadas por las futuras generaciones, como estamos hoy recordando las del señor Bonifaz. En nuestras casas, desde que nacimos, se nos enseñó el valor de la palabra; de la misma manera se nos inculcó en la escuela el respeto a la palabra empeñada. ¿Hasta qué edad, pues, se puede seguir alegando “despreocupada juventud” o “novatada” para desconocer la palabra ya empeñada? Yo creo que la palabra se respeta desde que se tiene uso de razón; tanto más cuando se han pasado los 40 años.

En estos días, en que recordamos la caída del muro de Berlín, que significó la caída del imperio soviético, la libertad de los países de la Europa Central y del Este, una Cortina de Hierro ha caído sobre el Ecuador. No es otra cosa esta imposición de la reelección indefinida al más puro estilo floreano, estaliniano, castrista, chavista. Otra vez tenemos que unirnos los ecuatorianos que amamos la libertad, y tenemos que hacerlo con pasión patriótica y total desinterés, con despojo de personalismos que disminuyan la fuerza de la causa y que le den pretexto al Poder para tildar a la ineludible consulta popular de la “consulta de fulano de tal” y de “la restauración de la derecha”. La lucha será dura porque los tiranos se asustan de la libertad, y los que se enriquecen con los fondos públicos temen rendir cuentas. Han demostrado que el interés propio es su único dios. Pero nuestro culto es a la libertad y lucharemos contra este vergonzoso intento de establecer un somozato en el Ecuador.