Cada país cuenta con un palacio donde ejerce sus funciones el jefe de Estado. Ese palacio, con el paso de los años y de los siglos, se constituye en el símbolo del Poder. El Ecuador cuenta con el Palacio de Carondelet, de la época colonial. Allí se alojaron, en 1822, el libertador Bolívar con la quiteña Manuela Sáenz; allí han residido los presidentes de la República del Ecuador. Por eso no puede dejar de indignarnos el anuncio de la ministra de Defensa de que el despacho presidencial se trasladará al Cuartel Epiclachima, en Quito. Lo anuncia como parte de un plan de reubicación de unidades militares, asunto que ninguna relación tiene con la ubicación del Palacio de Gobierno. Además, si la memoria no me engaña, el actual Gobierno ya mencionó este propósito hace unos dos o tres años, es decir, antes de que planee la reducción de las Fuerzas Armadas ahora anunciada. ¿Cuál es la razón del presidente para abandonar el Palacio de Carondelet y trasladarse a un fortín militar? ¿Es desconfianza al pueblo de Quito? Durante las últimas elecciones, al hacer el presidente una desesperada campaña a favor del candidato oficial a la Alcaldía de Quito, tuvo la valentía de confesar algo así como que temía más a veinte mil quiteños que a cientos de miles de ecuatorianos en otras ciudades. El presidente planea cambiar la sede de Gobierno el año 2015, poco antes de que termine su tercer periodo presidencial. ¿Tiene esto relación con el propósito del presidente de modificar la Constitución a como dé lugar para hacerse reelegir indefinidamente? ¿Teme la reacción ciudadana y busca hacerse fuerte en un cuartel militar? Si el temor es el de que la Casa Presidencial sea rodeada por opositores, pues hay otras soluciones, como la de reforzar una azotea desde la cual puedan operar helicópteros.

Todo palacio presidencial, en el mundo entero, está expuesto permanentemente al peligro. En los actos terroristas del 11 de septiembre en Nueva York y en Washington, en esta última, uno de los aviones se estrelló contra el Pentágono, y otro, destinado a estrellarse contra la Casa Blanca, cayó antes de la colisión proyectada. Pero no por eso el presidente de los Estados Unidos ha dejado de residir en la Casa Blanca. En Chile, el despacho presidencial sigue estando en la Casa de la Moneda, a pesar de la furia militar desatada contra ella para derrocar a Allende. En la Segunda Guerra Mundial, a pesar de los bombardeos hitlerianos a Londres, Churchill mantuvo la sede del Gobierno en 10 Downing Street. Un cambio de local nada garantiza. El Rey Sol, Luis XIV, trasladó el Palacio Real a Versalles, fuera de París, lo que no impidió que a Luis XVI y María Antonieta, durante la Revolución Francesa, “las amazonas de los mercados” (Stefan Zweig) los sacaran de Versalles y los llevaran a París a cumplir su destino: la guillotina.

Existen tradiciones que no deben ser enterradas por un cálculo circunstancial. Esas tradiciones constituyen la columna vertebral moral de una nación. ¡Carondelet es el símbolo de la autoridad!