Nuestro invitado |

Si con tranquilidad, frialdad y, sobre todo, humildad se evaluara lo ocurrido con el llamado Plan A para la no explotación del petróleo del Yasuní y así conservar preciosas especies naturales, tal vez se podría hacer un nuevo intento para conseguir respaldo internacional para ese fin. Podríamos ahorrarnos esta disputa interna y no partiríamos de la derrota de esta opción hacia el decidir en un plebiscito si se explota o no ese petróleo; el resultado nos sería igualmente perjudicial: tanto si consiguen los unos la no explotación y el país pierde importantes recursos económicos o si triunfa la tesis de la explotación y es afectada gravemente la naturaleza, la ecología e importantes valores morales. Un plebiscito enfrentaría a Don Quijote luchando por lo ideal contra su escudero Sancho Panza, peleando este por unas monedas. Claro que para hacer un nuevo intento habría que dejar pasar unos pocos años, pero, al cabo de ellos, el Yasuní seguirá allí y el petróleo también. Si se gastaron seis años en este intento, bien se ve que no hay prisa; a menos que ahora haya algún compromiso con la China, como se especula, porque ella habría condicionado su participación en la Refinería del Pacífico a la explotación del petróleo del Yasuní.

Hay varias razones visibles para el fracaso del proyecto del Gobierno y que han sido señaladas ya, como las de haber dejado sin efecto el fideicomiso requerido por los eventuales donantes internacionales y acordado con la Comisión nombrada por el Gobierno para promover el proyecto, y la de haber anunciado, simultáneamente al Plan A, el Plan B, lo que pudo ser interpretado como un chantaje y provocó dudas sobre la firmeza del convencimiento del Gobierno del Ecuador sobre su propio proyecto. Esas son las razones visibles, pero hay otras no visibles, que probablemente coadyuvaron, y grandemente, a la desconfianza internacional.

Si las posibilidades mayores de financiamiento provenían de los países capitalistas de occidente, pues era necesaria una política de armonía con ellos; no digo de alineamiento, no, pero sí de amistad, sin ofensas, sin provocaciones, como las de dar abrigo a sus enemigos. El Gobierno se ha aliado con los países enemigos de Europa y Estados Unidos, mal puede pues aspirar al apoyo económico de estos para su proyecto. Más grave todavía, el Gobierno ha expresado su respaldo al gobierno de Siria que está masacrando a su población civil que lucha contra el absolutismo hereditario que la oprime; si el Ecuador se opone a la condena a ese gobierno; si no defiende vidas humanas, mal puede pretender que crean en la sinceridad de su proyecto de defensa de la vida de las especies raras de animales de nuestra selva amazónica. El Gobierno se ha identificado con los países de la ALBA, con Irán, con Rusia que apoya a Siria y a Irán, pues lo lógico es que obtenga apoyo económico de esos países para dejar enterrado el petróleo del Yasuní. ¿Se les ha pedido? Bajo estas condiciones, el Plan A no podía tener éxito. Debemos obrar coherentemente. ¡No es el mundo el que mató al Yasuní!