El consumo de droga no solo está afectando a jóvenes de estratos populares. Si bien un alto número de casos son visibles en barrios y sectores de clase baja, donde jóvenes con adicciones duermen en portales y deambulan por las calles, ese es solo un lado del problema.

Las consecuencias dependen de la clase social a la que pertenecen los pacientes, a las drogas que puedan consumir y a la solución que se da, coinciden el mayor Washington Orquera, jefe de Antinarcóticos, y la psiquiatra Julieta Sagnay, quienes consideran que en las clases altas se llega a consumir incluso más drogas y hay una una variedad de sustancias con las que se puede experimentar desde muy jóvenes, sustancias peligrosas.

La doctora asegura que ha encontrado casos de menores que se dopan con jarabe para la tos, con pastillas para dormir y hasta con ketamina, un anestésico de uso veterinario que cuesta 70 dólares el frasco.

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“Reúnen entre varios jóvenes, se compran el frasco y se lo inyectan. Tienen así un viaje psicodélico, sienten incluso que se desdoblan”, cuentan la doctora Sagnay, quien se muestra preocupada porque cree que estas sustancias pueden acarrear enfermedades psiquiátricas.

Ella asevera que en la vía a Samborondón hay verdaderos deliveries de drogas, que el dealer (microexpendedor) suele ser alguien que vive por el sector y que te lleva también cervezas, pastillas para dormir o lo que quieras, pero lo que más se consume es cocaína.

Juan Manuel, quien tiene su departamento de soltero en esa zona, cuenta que varias veces pidió ese servicio cuando tenía alguna reunión con amigos, que llegaba una señora con una caja llena de todas las sustancias posibles.

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“Los juguetes que tú quieras, la cocaína cuesta unos $ 25 el gramo, es la mejor, entre comillas”, dice el hombre que asegura que solo lo hizo para encajar en el grupo. “No he fumado ni un cigarrillo en años”, cuenta.

Las historias que le cuentan los pacientes a la psiquiatra Sagnay son inquietantes. Desde menores que han llevado a sus colegios pastillas de éxtasis para repartir a todos y hasta madres de familia adictas a los tranquilizantes dispuestas a pagar por una receta que les permita acceder al medicamento.

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“En pandemia eso se hizo visible, a mí me llamaban personas con mucho dinero y me decían “le pago lo que sea, pero consígame un frasco; es terrible porque como ellos no salen a robar, no se prostituyen por conseguir la droga, ni arriesgan su vida, es complejo que sean conscientes de su adicción”, dice.

Además, manifiesta que cuando un caso se conoce en una familia, normalmente lo manda a rehabilitarse fuera de país para evitar el escándalo público.

¿Qué drogas consumen las clases altas?

En Samborondón y otras zonas de alto poder adquisitivo ahora el consumo de la droga 2CB o cocaína rosa es el boom, sin embrago, llegan a hacerse adictos a pastillas para dormir y otras sustancias, explica la experta.

La cocaína rosada o 2CB está de moda en las clases altas. Es una mezcla de cocaína y éxtasis y cuesta unos $25 el gramo. Foto: Cortesía

“La particularidad que tiene esta nueva droga es su color. Ya no es blanca, no sé qué le están metiendo a 2CB para sea de ese color, pero contiene una mezcla entre cocaína y éxtasis. Se la inhala y es muy potente, te pone supereufórico”, comenta Sagnay, quien asegura que muchas drogas se consumen para exaltar la actividad sexual, algo que según ella la gente no admite, pero es una realidad que luego no les permite tener encuentros íntimos sin haber consumido la sustancia.

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La especialista comenta que luego del consumo de drogas fuertes como la cocaína o el éxtasis, es común que los jóvenes consuman pastillas para dormir como Sanax, Rivotril, Ansietil o Densodiazepinal.

Los usan para calmar los movimientos y espasmos propios de la cocaína.

Anthony, un joven que vive en una urbanización con su familia y que se está rehabilitando, cuenta que con la tarjeta de crédito que le dio su padre tanqueaba los autos de sus amigos y ellos le daban el dinero en efectivo, así podía comprar varias sustancias sin dejar rastro.

Julieta Sagnay explica que en las clases altas es más complejo abordar el tema porque no es tan fácil notar el consumo, ellos no roban para consumir; en cambio, en las clases bajas las madres desesperadas piden ayuda cuando los ven mal. (I)